7
para comunicarnos la innegable experiencia de su conversión y su total entrega a Cristo y a su evangelio. El éxito de su vida y misión se debió a la continua gracia de Dios, a la cual ellos respondieron incesantemente. Ningún interés personal, ganancia o confort obstaculizaron su entrega total. Ejercían un consciente y permanente discernimiento en todas sus reflexiones, deliberaciones y decisiones. Solo con la ayuda de esta luz divina, fueron capaces de detectar y aceptar sus personales debilidades humanas. Apenas fueron reveladas sus motivaciones internas en su conciencia, ellos reconocieron sus fragilidades y fallos. En consecuencia, buscaron la divina asistencia, la cual llegó para rescatarlos, liberándolos de la tiranía del egoísmo y del orgullo personal. Esto me trae a la memoria aquel pasaje del evangelio de san Mateo que nos habla de la curación de dos ciegos (Mt 21, 29 – 34):
“Al salir ellos de Jericó, les siguió mucha gente. Y dos ciegos, que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron: -¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban más fuerte diciendo: - ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? Ellos contestaron: -¡Señor, que se abran nuestros ojos! Jesús, compadecido, tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista y lo siguieron”.
¿Hasta qué punto insistimos nosotros en buscar la ayuda de Dios para conocernos como
somos? Necesitamos la luz divina para penetrar en las profundidades de nuestro ser, para descubrir nuestros impulsos internos, para modelar nuestras motivaciones personales, para aceptarnos como somos con todas las heridas y fracasos, para reconocer la dignidad de nuestra llamada, los muchos dones, fuerzas y debilidades latentes dentro de nosotros. Nos hace falta obtener una visión espiritual, necesitamos dirigir la mirada a nosotros y al mundo que nos rodea con los ojos de Cristo. Yo mismo he oído decir a algunos religiosos: “Hemos rezado lo suficiente en el pasado, también nos hemos sacrificado bastante. A pesar de ello, nada cambia. ¿Para qué sirve rezar tanto y sacrificarse?”. Si los ciegos del evangelio no hubieran insistido en gritar pidiendo ayuda, no hubieran recibido la vista. Solo después de haber obtenido la vista, siguieron a Jesús. Para seguir los pasos de Cristo, para anunciar su mensaje de libertad y abundancia de vida, necesitamos una nueva visión, una fuerte visión de fe. Nos hace falta luz y fuerza para liberarnos de nuestras motivaciones egoístas y de nuestros intereses personales para llevar a cabo nuestra misión, transmitida por San Juan de Mata y San Juan Bautista de la Concepción.
Que la próxima Solemnidad de nuestro Fundador y las celebraciones navideñas sean ocasión para recibir una renovada infusión de luz divina y de fuerza dentro de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades. Es posible tener un encuentro más firme con Cristo si perseveramos en suplicar al Señor con
insistencia, humildad y confianza como los dos ciegos del evangelio. Sin ninguna duda, el Señor abrirá nuestros ojos y, así, podremos seguirle con más prontitud y fidelidad.
¡Os deseo a todos y a cada uno en particular una feliz Solemnidad de San Juan de Mata y una muy alegre Navidad!
Fr. Jose Narlaly, osst.
Ministro General