Comunion Revista Comunion nº 07 - 2012 | Page 5

como un hito, por eso creo que, tal vez, que hemos perdido una oportunidad. Pero las experiencias son personales, cada uno como individuo o como comunidad es el que se lo tiene que plantear. Si pasar expediente, si dar espectáculo, si pasar del tema, responden a los ¿qué?, ¿cómo?, ¿por qué? de los que hablamos antes, el ¿cuándo? en realidad, como el ¿dónde? me parecen accidentales. El quién es siempre un nosotros, y para qué creo que se responde con las tres primeras, si realmente esta es nuestra esperanza.

3. ¿Habría que rejuvenecer estas dos figuras para ofrecerlas hoy al mundo?

No creo que sea necesario rejuvenecer a los Padres, las buenas películas, los buenos libros son, precisamente, aquellos que no pasan de moda, que vistas o leídos hoy tienen la misma garra, la misma actualidad que en el tiempo que se realizaron o escribieron, si no sólo son modas, algo que como cierta ropa, nos avergüenza cuando nos contemplamos pocos años después.

La verdad de los santos está en ellos mismos, y evidentemente para tenerla es necesario conocerla, no se puede amar lo que no se conoce, intentar hacer de ellos un remake, como los que se usan en el cine cuando faltan las ideas, no me parece positivo. San Juan Bautista no fue un remake de san Juan de Mata, y puede que mucho de nuestra errada visión del Fundador se base precisamente en ese iluso intento. Para ofrecerlas al mundo pienso que es importante simplemente conocerlas, de lo que llena el corazón habla la boca, no es importante un discurso erudito, sino un testimonio de vida, un creerse lo que se hace y lo que se dice, pero ciertamente el tener ese patrimonio es conditio sine qua non para poder hacerlo.

4. Finalmente, ¿cómo presentarías a los jóvenes en formación a nuestros dos santos?

Evidentemente a ellos como al mundo hay que presentárselo desde el conocimiento, desde la fidelidad a las figuras, a su verdad, y desde el testimonio de vida. Desde un punto de vista más pragmático, diría que es indispensable acercar las fuentes a las nuevas presencias, hay ciertas distancias que deben ser superadas y que evidentemente necesitan de decisiones y de voluntad de gobierno para conseguirlo. Una barrera ciertamente es la lengua, fuera del español la literatura de la Orden es mínima. Un conocimiento del español, aunque sólo sea a nivel de lectura, posibilitaría a muchos acercarse a esa literatura. Un esfuerzo por traducir parece titánico, pero hacerlo con algunos títulos significativos sí se podría asumir, y un material mínimo divulgativo es cuanto menos indispensable.

Más fácil y realista y tal vez con una proyección más amplia sería preparar algunos jóvenes dotados de las nuevas presencias en estos temas de forma que ellos puedan llevar a sus lugares de origen este conocimiento, publicar ellos sus propios estudios y en ese sentido difundir este mensaje sea dentro como fuera de la Orden.

Pero la lengua no es la única barrera, algunas son más sutiles, pero no por ello menos altas, los jóvenes y los religiosos que conocen el español (por seguir con ese ejemplo) no son necesariamente grandes conocedores de nuestra literatura, se necesita también motivar ese conocimiento, encauzarlo, apoyarlo.

En ese sentido, veo con decepción cómo muchos maestros descargan su esfuerzo en programas interconfesionales (aptos a mi juicio para institutos sin patrimonio y sin recursos), plantean sus Ratios en modelos publicados de Institutos con aires de especialistas en la vida religiosa (haciendo de los formandos salesianitos o claretianitos con cruz) o simplemente en la formación en un seminario mayor diocesano (que los hace parroquitos con cruz). En ese sentido la cruz, lo trinitario, no es más que un adorno o en algunos casos un peso, en definitiva algo de lo que uno se puede desprender y quedar el mismo.

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español la literatura de la Orden es mínima. Un conocimiento del español, aunque sólo sea a nivel de lectura, posibilitaría a muchos acercarse a esa literatura. Un esfuerzo por traducir parece titánico, pero hacerlo con algunos títulos significativos sí se podría asumir, y un material mínimo divulgativo es cuanto menos indispensable.

Más fácil y realista y tal vez con una proyección más amplia sería preparar algunos jóvenes dotados de las nuevas presencias en estos temas de forma que ellos puedan llevar a sus lugares de origen este conocimiento, publicar ellos sus propios estudios y en ese sentido difundir este mensaje sea dentro como fuera de la Orden.

Pero la lengua no es la única barrera, algunas son más sutiles, pero no por ello menos altas, los jóvenes y los religiosos que conocen el español (por seguir con ese ejemplo) no son necesariamente grandes conocedores de nuestra literatura, se necesita también motivar ese conocimiento, encauzarlo, apoyarlo.

En ese sentido, veo con decepción cómo muchos maestros descargan su esfuerzo en programas interconfesionales (aptos a mi juicio para institutos sin patrimonio y sin recursos), plantean sus Ratios en modelos publicados de Institutos con aires de especialistas en la vida religiosa (haciendo de los formandos salesianitos o claretianitos con cruz) o simplemente en la formación en un seminario mayor diocesano (que los hace parroquitos con cruz). En ese sentido la cruz, lo trinitario, no es más que un adorno o en algunos casos un peso, en definitiva algo de lo que uno se puede desprender y quedar el mismo.