En la Regla de San Juan de Mata y en las constituciones actuales de la Orden encontramos ya todos los elementos que concurren en configurar nuestra identidad espiritual. Sin embargo y a pesar de ello, no nos suele resultar fácil conjugar esos elementos en una visión unitaria de nuestro carisma y menos aún asumirlos como una única opción de vida en el seguimiento de Cristo. De hecho, solemos buscar que alguien nos ilumine para no errar el camino de la fidelidad creativa que hoy nos marca el Espíritu Santo en consonancia con las pautas de la Iglesia y los signos de los tiempos.
En mis visitas a las distintas jurisdicciones de la Orden y en mis encuentros personales con los religiosos observo que, no obstante los hermosos documentos producidos por los capítulos generales y provinciales y los estudios publicados, sobre todo a partir del concilio Vaticano II, aún falta en muchos hermanos una visión clara de la propia identidad trinitaria, una visión interiorizada capaz de orientar la conducta diaria. He notado en particular la dificultad que se siente para vivir armónicamente, como una única opción vocacional, los distintos aspectos contemplados por las constituciones: experiencia de la Trinidad unida a las tareas apostólicas (ministeriales y sociales); la oración comunitaria relacionada con la vida fraterna y el trabajo; la vida sacramental, las actividades externas y la ascesis interrelacionadas; etc. Si el centro y el motor de todo lo que hacemos no es la experiencia profunda de la Trinidad redentora, si vivimos desligados de esa fuente, caemos en ciertos defectos, hoy, por desgracia, bastante frecuentes: activismo, mediocridad, dispersión…, o por el lado contrario, evasión de responsabilidades, intimismo, espiritualismo desencarnado…
En su amplia introducción, el autor expone con detenimiento la finalidad, el contenido y el método de su trabajo. Se ha esforzado por actualizar la visión del carisma trinitario a la luz de las indicaciones del magisterio eclesiástico y de las expectativas de la sociedad. No es fácil abordar con rigor una cuestión tan decisiva como la identidad espiritual de un instituto. Creemos que Juan Pujana lo ha conseguido. En efecto, se constata que no improvisa sus consideraciones y propuestas, tal vez con la intención de producir un libro oportunista al socaire del Año Jubilar Trinitario. Se percibe que detrás de esta obra hay muchas horas de estudio y reflexión. Como no podía ser de otro modo, el autor se inspira en las orientaciones de la Regla primitiva y de la tradición de la Orden, sobre todo del santo Reformador, y en sus planteamientos se atiene a las enseñanzas más recientes de la Iglesia y de los teólogos de la vida consagrada, así como a las publicaciones de estudiosos trinitarios aparecidas en la etapa posconciliar. Todo ello iluminado y entretejido con el análisis exhaustivo de las actuales constituciones.
Hay novedades en el contenido y en el enfoque del estudio que concurren en mostrar la belleza y la fuerza profética de la identidad trinitaria en nuestros días. El autor ha sabido focalizar todos los aspectos de la identidad trinitaria en la experiencia de la Trinidad redentora, fuente y forma unificadora de toda nuestra vida. Así, por ejemplo, hace ver la conexión y la interacción entre la oración, la vida fraterna y la misión redentora como partes integrantes de la consagración. Pone de relieve la opción preferencial por los pobres cual expresión genuina de la peculiar consagración a la Trinidad. Analiza la dimensión presbiteral de la Orden. Muestra la aportación sustancial que los trinitarios estamos llamados a ofrecer al mundo en el contexto de la nueva evangelización.
Novedoso es también el enfoque del escrito. Hace pocos meses, en 2011, el Secretariado Trinitario de Salamanca ha publicado la obra póstuma del P. Ignacio Vizcargüénaga “Carisma y misión de la Orden Trinitaria”, precioso legado de quien fuera pionero de la renovación de la Orden y de la investigación de nuestro patrimonio durante la época posconciliar. Podría parecer que este nuevo libro de Juan Pujana redunda innecesariamente en el mismo tema, pero no es así. Creemos que las dos obras son complementarias e igualmente importantes para conocer a fondo nuestra identidad en la Iglesia. Como se sabe, el P. Vizcargüénaga hace un recorrido por la historia de la Orden detectando en ella los elementos característicos de nuestra misión. El P. Pujana, no sin antes dirigir oportunamente su mirada a la Regla primitiva, se centra más bien en el análisis doctrinal de los aspectos identificadores de nuestra espiritualidad hoy, mostrando en especial la cohesión interna de todos ellos. En este sentido, los dos libros son recomendables a los trinitarios –y me atrevo a decir, a todos los miembros de la Familia Trinitaria– en estos momentos tan cruciales como esperanzadores de nuestra historia.
No me queda sino exhortar vivamente a mis hermanos trinitarios a leer esta obra, haciendo de ella también objeto de meditación y de oración. Objeto de meditación y oración –no solo de lectura– con el fin de reabrazar interiormente, con pasión, el extraordinario carisma que nos distingue y que tiene que ser vivido de forma renovada en nuestros días. En la tarea de la nueva evangelización a que nos convoca la Iglesia, los trinitarios hemos de situarnos en primera fila, como nos recuerda Juan Pujana, pues el mundo necesita sobre todo conocer y acoger el misterio de Dios Trinidad, fuente de amor y redención.
Fr. Jose Narlaly, osst.
Ministro General de la Orden Trinitaria
Roma, 8 de junio de 2012
Fiesta de San Miguel de los Santos