Ho passato 8 anni ad Anosibe An’Ala. Là ho costruito una sala parrocchiale e una casa per i catechisti, un edificio di 30 metri. Visto questo successo edilizio i superiori mi hanno chiamato a dirigere la costruzione del Tempio alla Trinità a Moramanga.
Nel 1981 fui chiamato nella Capitale come Superiore, Delegato Generale e Maestro dei giovani chierici. Ma, appena due anni dopo, sono stato coinvolto a operare nelle carceri di Antananarivo come cappellano.
Nei primi tempi la mia azione era solo a carattere religioso e spirituale. Negli ultimi anni abbiamo lavorato nel campo giuridico a difesa dei diritti umani, tanto che sono stato fatto membro della prima Commissione nazionale dei diritti umani del Madagascar, unico non malgascio.
L’attività delle carceri, che proprio non pensavo di fare, mi ha preso più di tutto, non per bravura mia, ma perché un insieme di circostanze e di persone provvidenziali che si sono associate a collaborare, hanno fatto sviluppare un organismo multifunzionale l’ACP (Aumônerie Catholic des Prisons) a favore dei carcerati, delle loro famiglie, specialmente dei figli e dei ex detenuti, ecc.
Confrontando l’opera sorta e le mie limitate capacità ho capito il grande Amore di Dio-Trinità per la sofferenza disumana, atroce, ingiusta a cui erano sottoposte tante persone che per la maggior parte avevano la sola colpa di essere poveri. Un’opera carismatica trinitaria riconosciuta da tutti i vescovi locali.
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Reflexión del P. Andrés Ferreras en torno a nuestros dos Santos
La alternativa de Juan de Mata
Si queremos situar la figura de Juan de Mata en su contexto histórico tenemos que retroceder hasta los siglos XI y XII. Fueron los siglos en que surgen las enemistades de cristianos y musulmanes con más virulencia. Conquistas y reconquistas que resuelven por la fuerza de las armas; con ejércitos que se preparaban para matar, con gran número de prisioneros, despojados de su libertad y de sus bienes para ser inmersos en un sistema que vive de la esclavitud y de sus rentas. En esta página de la historia, cristianismo e Islam llegan al límite de la barbarie, donde matar al enemigo es un servicio a Dios, o a Alá. Se crean víctimas y se comercializa con ellas. Fue la época de las grandes cruzadas, donde la conquista de la Tierra Santa, ¿para visitar los santos lugares en libertad? Es el gran objetivo.
En esa situación histórica surge Juan de Mata. Un apasionado por Dios y por la humanidad, que fue capaz de desafiar al sistema político-religioso de su tiempo. Proponiendo otra alternativa posible: la convivencia entre los creyentes de ambas religiones y la eliminación de toda esclavitud. La liberación de todos los esclavos.
Éste es el mejor modo de hacer creíble el Evangelio. De esta manera podemos afirmar que Juan de Mata es promotor y defensor de los derechos humanos, de la persona humana y de la sociedad humana confrontada con los poderes de su tiempo. Nos encontramos con alguien que vuelve la mirada al corazón del Evangelio desde donde emerge un modo nuevo de dar gloria a la Trinidad y a los Cautivos la libertad.
El paradigma trinitario ha abierto una serie de oportunidades inimaginables en la época donde lo diferente, lo distinto, es considerado como un peligro del cual hay que defenderse o necesariamente que eliminarlo. Con el modelo de libertad y redención, Juan de Mata, cruza las barreras del fideísmo, rompe con el acero del fundamentalismo.
El empeño de Juan de Mata por crear espacios y nexos comunes en una sociedad pluralista, estructurada por los mecanismos de participación de todos y de cada uno, del respeto a las diferencias, de la convergencia amorosa, del consenso fraterno, de la tolerancia activa y del plan de violencia cero, encuentra su fundamento en las tres divinas personas distintas, en su simultaneidad y en su coexistencia amorosa. No existe, dentro del paradigma trinitario, otro fundamento para el proyecto mundial de desarme y servicio humanitario. Todo es tolerable, menos la violencia o la guerra llámese justa o injusta (P. Ignacio Vizcargüénaga).
La radicalidad del Evangelio supera la plataforma del consenso humano. Supera positivamente el consenso porque se orienta según las coordenadas de la gratuidad. En este sentido, si un cristiano quiere estar unido a la Santísima Trinidad ha de seguir el camino de Jesús: adorar en espíritu y en verdad, actuar con firmeza por la justicia, la paz, la comunión y la fraternidad mundiales. Esta firmeza se convierte en radical con la aceptación de la misma muerte, una entrega total que expresa comunión y perdón a los enemigos.
La solidaridad afecta al núcleo mismo de la experiencia trinitaria en la Iglesia. No hay fraternidad trinitaria allí donde no se comparte con los pobres y cautivos el fruto de su trabajo y ahorro, además de los bienes recibidos de otros (P. Ignacio V.). Los bienes que tiene la comunidad, sean adquiridos por su trabajo o resultado de una donación, son bienes para liberar al pobre y rescatar al cautivo. La fraternidad es simple mediación y para ello Juan de Mata establece en su regla los mecanismos eficaces para que los bienes lleguen fielmente a sus destinatarios (Capítulo comunitario y Ministro).
Y como actividad específica de la Orden fue la redención de cautivos. Así lo confirma Inocencio III en la primera bula que dirige a Juan de Mata: “Hemos decidido que vuestras casas presentes y futuras no sean desviadas por nadie del fin para el que providencialmente las habéis ordenado, a saber, la liberación de cautivos”. Y después en la regla aprobada por el mismo Inocencio III, se lee: hablando de los bienes “Todos los bienes, de donde quiera que lícitamente provengan, los dividan en tres partes iguales; …para obras de misericordia, el sustento de sí mismos y una tercera parte se reserve para la redención de los cautivos que a causa de la fe en Cristo han sido encarcelados por los paganos(RT, 2).
Juan Bautista de la Concepción. El carisma continúa
Destinatarios de la caridad de la Orden: pobres y cautivos.
Para hablar de los destinatarios de la caridad redentora en san Juan Bautista debemos situarnos en Valdepeñas, el santo con el Breve de la reforma organizando su pequeña comunidad y adentrarnos en la concepción que san Juan Bautista tenía del religiosos trinitario y teniendo presente la Iglesia y mentalidad del siglo de oro en España. La mística reinante, el espíritu misionero, la verticalidad en todos los sentidos.
Cómo en Juan de Mata, sus raíces están en el Evangelio. Cristo es el manantial de la obra redentora de la Orden, pues por haberse Cristo puéstose en la cruz a ser salud y salvador de los hombres, la Orden ha escogido de aquella salud y la quiere dar y repartir a los pobres y salvar y librar a los cautivos (III, pag. 90).
No cabe duda que la reforma tenía que consistir en volver a los orígenes, volver al carisma del Fundador, actualizado en los siglos XVI-XVII donde él vivía, pero con el Carisma del Fundador, “esto es lo que digo yo, que en la religión que se reforma se saque el primer espíritu, que aquello primero es lo que Dios quiere honrar y despertar” (III, pag. 940), y más adelante sigue “nuestro primer vestido fue curar pobres y redimir cautivos” (III, pag. 943). “En Roma, …, nuestros santos padres fundadores hicieron la primera casa y convento y empezaron a ejercitar el oficio de la hospitalidad y a redimir cautivos”(III, pág. 30).
Para san Juan Bautista, los cautivos son los cristianos que están cautivos, como nos dice él “los pobrecitos e inocentes cristianos sobre los que los moros ejercitan tiranías y rabias.
Juan Bautista vive en una atmósfera de cristiandad, en la España de los siglos XVI, XVII, con ansias misioneras, tenía muy presente, por los escritos de la época (cristianos rescatados, el carmelita P. Gracián), que muchos cristianos en esas circunstancias reniegan de su fe. De su ardor misionero, para que no abandonen su fe, surge su ardor redentor.
El otro elemento conductor del carisma fundador son los pobres y enfermos. “Curar pobres y sanar enfermos es un mandato de la regla. Él, mirando su alrededor y siguiendo a la regla y a la tradición de la orden, nos señala como destinatarios del trabajo apostólico a “los enfermos que no tienen dueño, porque todos los dejan desamparados”, los que carecen “de bienes materiales” y el que está “como un leño caído en el suelo”, las personas que “el mundo tiene desechadas”, los pobres “desamparados y menesterosos” y los que “andan abatidos por el suelo” (Citas textuales). Una larga lista y que pocas diferencias tiene con las carencias de las personas de nuestro tiempo.
¿Qué solución propone? Pues no podía ser otra: compartir, “dice nuestra regla que partamos lo que nos dieren con los pobres y cautivos”, de suerte que demos, “mis hermanos, no solo las sobras, sino de lo necesario, partiendo con los pobres nuestro pan y nuestra comida”. La regla “no sólo quiere que demos de las sobras, sino de lo necesario quiere que quitemos a nuestros cuerpos y nos pasemos con menos, a trueco de que los prójimos extraños tengan algo para su remedio” (III, 60).
Verdaderamente el espíritu de Juan Bautista era volver a los orígenes, según el carisma del fundador. Con cuanta gracia nos narra, para resaltar la caridad que se manifiesta en la regla, que hasta el religioso debe caminar en sus desplazamientos, aunque tenga que sufrir alguna incomodidad; o alquilar un burro para ahorrarse un real que poder utilizar para los pobres y cautivos, para evitarles a ellos alguna incomodidad.
Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.
Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.
Siendo la Orden de la Santísima Trinidad, la mayor gloria del trinitario es constituir trinidad, hacerse trinidad, y lo consigue con Dios y el pobre. “Oh santo Dios mio! Ámete yo mucho y quiera mucho a los pobres. Que aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú que eres misericordioso y gustas que tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre porque sea Trinidad: Dios, el pobre de bienes temporales y yo, pobre de bienes espirituales” (III, 101).
Es la concretización del carisma de Juan de Mata para el tiempo del reformador. Es la conclusión a la que él llega, para él y para la orden. Los pobres y los cautivos son el bastón para el trinitario, dice san Juan Bautista: “en él te arrimas y con él en caridad te levantas”. La caridad es el fundamento liberador de la Orden, es evangelio, vivido, lo que nos pide Jesús. Y terminamos con una frase que nos tiene que hacer pensar a los miembros de la familia trinitaria, “La caridad con los pobres nos protege de la asfisia de las riquezas, por lo que “ningún camino hay tan cierto para que esta religión crezca y multiplique como ese, el servicio a los pobres y cautivos”(II, 1118).
Podíamos seguir hablando de nuestro carisma hasta…, Tanto Juan de Mata como Juan Bautista tenían claro qué era a lo que el Dios Trinitario les estaba invitando. Las dificultades y contrariedades estaban para superarlas.
Juan Pablo II, en su carta al P. General de la Orden, con motivo de octavo centenario, nos clarifica cual es el carisma trinitario y su fundamento: “La Santísima Trinidad fuente, modelo y fin de toda existencia, es el corazón de la espiritualidad trinitaria. De ella brota la misión a favor de los esclavos y de los pobres como prolongación de la acción redentora de Cristo”.
En definitiva, las características del trinitario, hoy, serían: “Defensores de la dignidad de todo ser humano; Ser epifanía de Cristo Redentor; Servicio de misericordia y redención a los excluidos y oprimidos; Y de manera especial a los perseguidos o discriminados por causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio”.
sistema político-religioso de su tiempo. Proponiendo otra alternativa posible: la convivencia entre los creyentes de ambas religiones y la eliminación de toda esclavitud. La liberación de todos los esclavos.
Éste es el mejor modo de hacer creíble el Evangelio. De esta manera podemos afirmar que Juan de Mata es promotor y defensor de los derechos humanos, de la persona humana y de la sociedad humana confrontada con los poderes de su tiempo. Nos encontramos con alguien que vuelve la mirada al corazón del Evangelio desde donde emerge un modo nuevo de dar gloria a la Trinidad y a los Cautivos la libertad.
El paradigma trinitario ha abierto una serie de oportunidades inimaginables en la época donde lo diferente, lo distinto, es considerado como un peligro del cual hay que defenderse o necesariamente que eliminarlo. Con el modelo de libertad y redención, Juan de Mata, cruza las barreras del fideísmo, rompe con el acero del fundamentalismo.
El empeño de Juan de Mata por crear espacios y nexos comunes en una sociedad pluralista, estructurada por los mecanismos de participación de todos y de cada uno, del respeto a las diferencias, de la convergencia amorosa, del consenso fraterno, de la tolerancia activa y del plan de violencia cero, encuentra su fundamento en las tres divinas personas distintas, en su simultaneidad y en su coexistencia amorosa. No existe, dentro del paradigma trinitario, otro fundamento para el proyecto mundial de desarme y servicio humanitario. Todo es tolerable, menos la violencia o la guerra llámese justa o injusta (P. Ignacio Vizcargüénaga).
La radicalidad del Evangelio supera la plataforma del consenso humano. Supera positivamente el consenso porque se orienta según las coordenadas de la gratuidad. En este sentido, si un cristiano quiere estar unido a la Santísima Trinidad ha de seguir el camino de Jesús: adorar en espíritu y en verdad, actuar con firmeza por la justicia, la paz, la comunión y la fraternidad mundiales. Esta firmeza se convierte en radical con la aceptación de la misma muerte, una entrega total que expresa comunión y perdón a los enemigos.
La solidaridad afecta al núcleo mismo de la experiencia trinitaria en la Iglesia. No hay fraternidad trinitaria allí donde no se comparte con los pobres y cautivos el fruto de su trabajo y ahorro, además de los bienes recibidos de otros (P. Ignacio V.). Los bienes que tiene la comunidad, sean adquiridos por su trabajo o resultado de una donación, son bienes para liberar al pobre y rescatar al cautivo. La fraternidad es simple mediación y para ello Juan de Mata establece en su regla los mecanismos eficaces para que los bienes lleguen fielmente a sus destinatarios (Capítulo comunitario y Ministro).
Y como actividad específica de la Orden fue la redención de cautivos. Así lo confirma Inocencio III en la primera bula que dirige a Juan de Mata: “Hemos decidido que vuestras casas presentes y futuras no sean desviadas por nadie del fin para el que providencialmente las habéis ordenado, a saber, la liberación de cautivos”. Y después en la regla aprobada por el mismo Inocencio III, se lee: hablando de los bienes “Todos los bienes, de donde quiera que lícitamente provengan, los dividan en tres partes iguales; …para obras de misericordia, el sustento de sí mismos y una tercera parte se reserve para la redención de los cautivos que a causa de la fe en Cristo han sido encarcelados por los paganos(RT, 2).
Juan Bautista de la Concepción. El carisma continúa
Destinatarios de la caridad de la Orden: pobres y cautivos.
Para hablar de los destinatarios de la caridad redentora en san Juan Bautista debemos situarnos en Valdepeñas, el santo con el Breve de la reforma organizando su pequeña comunidad y adentrarnos en la concepción que san Juan Bautista tenía del religiosos trinitario y teniendo presente la Iglesia y mentalidad del siglo de oro en España. La mística reinante, el espíritu misionero, la verticalidad en todos los sentidos.
Cómo en Juan de Mata, sus raíces están en el Evangelio. Cristo es el manantial de la obra redentora de la Orden, pues por haberse Cristo puéstose en la cruz a ser salud y salvador de los hombres, la Orden ha escogido de aquella salud y la quiere dar y repartir a los pobres y salvar y librar a los cautivos (III, pag. 90).
No cabe duda que la reforma tenía que consistir en volver a los orígenes, volver al carisma del Fundador, actualizado en los siglos XVI-XVII donde él vivía, pero con el Carisma del Fundador, “esto es lo que digo yo, que en la religión que se reforma se saque el primer espíritu, que aquello primero es lo que Dios quiere honrar y despertar” (III, pag. 940), y más adelante sigue “nuestro primer vestido fue curar pobres y redimir cautivos” (III, pag. 943). “En Roma, …, nuestros santos padres fundadores hicieron la primera casa y convento y empezaron a ejercitar el oficio de la hospitalidad y a redimir cautivos”(III, pág. 30).
Para san Juan Bautista, los cautivos son los cristianos que están cautivos, como nos dice él “los pobrecitos e inocentes cristianos sobre los que los moros ejercitan tiranías y rabias.
Juan Bautista vive en una atmósfera de cristiandad, en la España de los siglos XVI, XVII, con ansias misioneras, tenía muy presente, por los escritos de la época (cristianos rescatados, el carmelita P. Gracián), que muchos cristianos en esas circunstancias reniegan de su fe. De su ardor misionero, para que no abandonen su fe, surge su ardor redentor.
El otro elemento conductor del carisma fundador son los pobres y enfermos. “Curar pobres y sanar enfermos es un mandato de la regla. Él, mirando su alrededor y siguiendo a la regla y a la tradición de la orden, nos señala como destinatarios del trabajo apostólico a “los enfermos que no tienen dueño, porque todos los dejan desamparados”, los que carecen “de bienes materiales” y el que está “como un leño caído en el suelo”, las personas que “el mundo tiene desechadas”, los pobres “desamparados y menesterosos” y los que “andan abatidos por el suelo” (Citas textuales). Una larga lista y que pocas diferencias tiene con las carencias de las personas de nuestro tiempo.
¿Qué solución propone? Pues no podía ser otra: compartir, “dice nuestra regla que partamos lo que nos dieren con los pobres y cautivos”, de suerte que demos, “mis hermanos, no solo las sobras, sino de lo necesario, partiendo con los pobres nuestro pan y nuestra comida”. La regla “no sólo quiere que demos de las sobras, sino de lo necesario quiere que quitemos a nuestros cuerpos y nos pasemos con menos, a trueco de que los prójimos extraños tengan algo para su remedio” (III, 60).
Verdaderamente el espíritu de Juan Bautista era volver a los orígenes, según el carisma del fundador. Con cuanta gracia nos narra, para resaltar la caridad que se manifiesta en la regla, que hasta el religioso debe caminar en sus desplazamientos, aunque tenga que sufrir alguna incomodidad; o alquilar un burro para ahorrarse un real que poder utilizar para los pobres y cautivos, para evitarles a ellos alguna incomodidad.
Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.
Utiliza unas imágenes preciosas para expresar esta realidad del carisma trinitario. Dios que se hace cemento, el dice argamasa, con el pobre. “Oh que mezcla, mis hermanos y hermanas, Dios y el pobre; contemplar a Dios en el pobre y en el pobre a Dios”. Y así será Religión, Orden religiosa, llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por su esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos”.
Siendo la Orden de la Santísima Trinidad, la mayor gloria del trinitario es constituir trinidad, hacerse trinidad, y lo consigue con Dios y el pobre. “Oh santo Dios mio! Ámete yo mucho y quiera mucho a los pobres. Que aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú que eres misericordioso y gustas que tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre porque sea Trinidad: Dios, el pobre de bienes temporales y yo, pobre de bienes espirituales” (III, 101).
Es la concretización del carisma de Juan de Mata para el tiempo del reformador. Es la conclusión a la que él llega, para él y para la orden. Los pobres y los cautivos son el bastón para el trinitario, dice san Juan Bautista: “en él te arrimas y con él en caridad te levantas”. La caridad es el fundamento liberador de la Orden, es evangelio, vivido, lo que nos pide Jesús. Y terminamos con una frase que nos tiene que hacer pensar a los miembros de la familia trinitaria, “La caridad con los pobres nos protege de la asfisia de las riquezas, por lo que “ningún camino hay tan cierto para que esta religión crezca y multiplique como ese, el servicio a los pobres y cautivos”(II, 1118).
Podíamos seguir hablando de nuestro carisma hasta…, Tanto Juan de Mata como Juan Bautista tenían claro qué era a lo que el Dios Trinitario les estaba invitando. Las dificultades y contrariedades estaban para superarlas.
Juan Pablo II, en su carta al P. General de la Orden, con motivo de octavo centenario, nos clarifica cual es el carisma trinitario y su fundamento: “La Santísima Trinidad fuente, modelo y fin de toda existencia, es el corazón de la espiritualidad trinitaria. De ella brota la misión a favor de los esclavos y de los pobres como prolongación de la acción redentora de Cristo”.
En definitiva, las características del trinitario, hoy, serían: “Defensores de la dignidad de todo ser humano; Ser epifanía de Cristo Redentor; Servicio de misericordia y redención a los excluidos y oprimidos; Y de manera especial a los perseguidos o discriminados por causa de su fe religiosa, de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio”.
poderes de su tiempo. Nos encontramos con alguien que vuelve la mirada al corazón del Evangelio desde donde emerge un modo nuevo de dar gloria a la Trinidad y a los Cautivos la libertad.
El paradigma trinitario ha abierto una serie de oportunidades inimaginables en la época donde lo diferente, lo distinto, es considerado como un peligro del cual hay que defenderse o necesariamente que eliminarlo. Con el modelo