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el Trisagio breve y un Acto de ofrecimiento por él redactado para uso de las familias y de las personas particulares. Ningún instrumento disponible fue desatendido: aparte los señalados, el P. José organizó cursillos de formación y colocó propagandistas del Secretariado Trinitario por toda la geografía española, formó equipos volantes que recorrían colegios, escuelas, etc., dando a conocer a Dios Trinidad por medio de charlas, filminas, grabaciones en cinta magnetofónica, etc.; puso en marcha un programa radiofónico mensual titulado «Luz pulverizada» al que se suscribieron casi un centenar de emisoras; emprendió una cruzada de misas diarias por el reinado de la Trinidad en el mundo; difundió el rezo del oficio parvo de la Santísima Trinidad; etc. Inculcó la dedicación especial del primer domingo de cada mes a la SS. Trinidad. El apostolado trinitario promovido por el P. José contó con el respaldo del obispo de Bilbao, Mons. Pablo Gúrpide, quien al inicio de 1957 tuvo a bien incluso dirigir a sus diocesanos una carta pastoral centrada precisamente en el conocimiento y en la glorificación de la Trinidad y en la que, entre otras disposiciones finales, incluía éstas:
1. Que los primeros domingos de cada mes se dediquen de manera especial a desagraviar a nuestro Dios Trinidad por todas las ofensas que en el mundo se le infieren, rezando en las misas… alguna oración a propósito y pidiendo que se establezca pronto en un mundo y mejor, según el corazón de Dios, el dulcísimo reinado de gracia, de paz y de amor de la Santísima Trinidad.
2. Como prolongación y complemento de la primera gran consagración del cristiano a la Santísima Trinidad (el bautismo)…, recomendamos vivamente a nuestros diocesanos consagren también sus hogares, por medio de Jesús y María, a la Santísima Trinidad, colocando su imagen en los mismos y reservándole, como debe ser, el lugar de preferencia.
3. Es de desear que, como antaño, también ahora resuene en las iglesias y en las casas el rezo del Santo Trisagio…
4. Aprovechen los sacerdotes tantas ocasiones como se les presentan durante el año… para instruir debidamente a los fieles en torno al más augusto y más amable de los misterios, el de la Santísima Trinidad, para que la amen y glorifiquen en su vida de cada día».
A esta lista de actuaciones habría que agregar muchas más de que está transida la trayectoria apostólica del P. José Gamarra en todas sus fases. En los párrafos sucesivos irán despuntando otras. El celo por hacer conocer y amar al Dios revelado por Jesucristo ha sido siempre, en efecto, el resorte principal de su ministerio y de sus escritos. Ello se evidencia de forma clara en sus actividades y mensajes (cartas circulares, homilías, exhortaciones) en el período de su responsabilidad como superior mayor de la Orden, tiempo en el que se sintió doblemente motivado en ese sentido por su condición también de presidente del Secretariado Trinitario general.
Recordemos, finalmente, que a lo largo de medio siglo –hasta que, por motivos de salud, en 2007 se vio forzado a recoger
su pluma– fue una de las más apreciadas firmas de Hoja Trinitaria y un soporte seguro de las tareas desarrolladas por el Secretariado Trinitario de Salamanca, medios, ambos, de propagación de la devoción a la Santísima Trinidad.
Concilio Vaticano II
Todos los que han convivido con el P. José antes y después del concilio Vaticano II (1962–1965) han sido testigos del cambio sustancial operado en su persona y en su modus operandi a impulsos, justamente, de las directrices conciliares.
Coincidiendo con la etapa preparatoria del concilio, vivió una experiencia también muy marcante como misionero en tierras americanas. Concretamente, durante casi ocho meses (septiembre 1960–abril 1961), estuvo enrolado en las misiones especiales que se desarrollaron en Buenos Aires, Santiago de Chile y sobre todo en varias ciudades de Colombia, como Cali, Palmira, Pradera, Argelia, Monte Bello, Popayán, La Cruz, Heliconia, Medellín, Bogotá, etc. Luego, antes de su regreso a España, visitó a los hermanos trinitarios de Estados Unidos, Canadá y Francia. A raíz de esa gira apostólica, en un saludo a los lectores de Hoja Trinitaria (título: «Después de ocho meses de ausencia»), escribía: «Otros nuevos e inmensos campos se ofrecen a nuestro celo por la gloria de nuestro Dios. Quisiera por eso que considerarais también vosotros, todos vosotros, un poco como vuestra esta enorme responsabilidad que yo siento ahora gravitar en mi conciencia de humilde apóstol de la Trinidad, después