ofrecimiento de altos cargos políticos que le debían su preparación académica; el joven P. Antonio, al que vinieron a buscar sus familiares para llevárselo a Bilbao; fray Esteban, mediante oferta para quedarse como cocinero de milicianos. Sin embargo, los tres rechazaron estas posibilidades, declarando que querían correr la misma suerte que sus hermanos. Los religiosos trinitarios no podemos dejar de confesar que la vida fraterna en comunidad forma parte esencial e irrenunciable de nuestra consagración. El testimonio comunitario de nuestros Beatos Mártires, ciertamente heroico y emocionante, nos debe impulsar a una apuesta decidida por una continua conversión hacia una vida fraterna más auténtica y de mayor calidad, sabiendo que esa es nuestra vocación en la Iglesia. Además, la unión en el martirio de nuestros hermanos de hábito con los hijos de San Francisco y de Santo Domingo, nos debe hacer reflexionar sobre la llamada a la «cultura intercongregacional» que nos ha hecho el pasado Capítulo General, sabiendo que esa comunión entre diversos institutos para dar testimonio de la “comunion trinitaria” es una misión especialmente preciosa y digna de nuestro tiempo.
En fin, el martirio de estos seis trinitarios –temporalmente tan cercano a nosotros- nos hace caer en la cuenta de que estamos en un tiempo que muy bien se podría definir como “Era de los mártires”. La persecución religiosa es una realidad, y los papas (también nuestro Santo Padre Francisco) no cesan de llamar la atención sobre este drama, de especial actualidad. Si ninguna persona de buena voluntad, si ningún cristiano puede quedar insensible ante este fenómeno, los trinitarios, fundados para socorro de quienes sufren por su fe en Cristo, debemos tomar conciencia especialísima sobre nuestros deberes en este momento de nuestra historia. El trabajo a favor del libre ejercicio de la relación del hombre con Dios y de la denuncia de toda intolerancia debe unirse al auxilio de quienes sufren a causa de la fe. Nuestro compromiso con el S.I.T. debe crecer y hacerse concreto: esta es una urgencia que requiere decisión y generosidad, con la certeza de que todo esfuerzo será bendecido y recompensado por la Santa Trinidad con creces.
Queridos hermanos y hermanas: la beatificación de estos seis hermanos nuestros es una gran gracia que la Santisima Trinidad nos hace. Su glorificación no sólo es justa, sino además oportuna. Su mensaje de amor a Cristo y a los hermanos es el del triunfo de la Gracia de Dios sobre nuestros límites, de la vida sobre la muerte, de la mansedumbre sobre la maldad. Estos seis Beatos trinitarios manifiestan la belleza, tan antigua y tan nueva, del Evangelio del Señor Jesús, hecha realidad en la vida de personas tan sencillas y tan lejanas de lo extraordinario como lo fueron ellos. Los beatos Hermenegildo, Buenaventura, Francisco, Plácido, Antonio y Esteban, con sus coronas y palmas hacen más santa nuestra Orden, que en esta circunstancia rinde homenaje de gratitud al Santisimo Redentor por habérnoslos dado y a todos ellos por haber sido perfectos en el cumplimiento de su profesión religiosa.
Pido a todos los hermanos y hermanas de la Orden y de la Familia prestar atención a estos seis Hermanos, alabando a Dios por su martirio en la liturgia (según las disposiciones de la Iglesia) e invocándolos en nuestras necesidades. Pido, igualmente, darlos a conocer en nuestro entorno, especialmente a los jóvenes, sabiendo que la sangre de los mártires es semilla de nuevas vocaciones. En fin, ruego que hagáis todo lo posible para solemnizar la fecha de la beatificación, bien asistiendo a la misma, bien haciendo el propósito de peregrinar próximamente al sepulcro de los mártires en Alcázar de San Juan, o bien programando alguna celebración especial en nuestras comunidades.
La Iglesia se alegra con la gloria de sus mejores hijos. El fuego de la caridad trasmitido por nuestros Santos Padres sigue brillando en nuestros hermanos martires en este “Ano Jubilar”, VIII centenario de la muerte de san Juan de Matha y IV centenario de la muerte de San Juan Bautista de la Concepcion. Gózese nuestra Orden y toda la Familia Trinitaria con estos Mártires gloriosos, cuya beatificación esperamos que traiga bendiciones y gracias especiales de Dios sobre todos nosotros. Esta es mi oración, este es mi deseo, que os transmito con mi saludo y mi deseo de paz y gozo en la Trinidad Santa.
Dado en Roma, en nuestra Curia General «Casa de la Santa Trinidad y de los Cautivos», a 25 de agosto de 2013, memoria de San Luis.
fray Jose NARLALY, osst
Ministro General