Comunion Revista Comunion nº 04 - 2013 | Page 10

La reconciliación desde la experiencia

trinitaria-redentora

Sorprende gratamente cuanto dice y sugiere el P. Ignacio Vizcargüénaga en su libro póstumo, “Carisma y Misión de la Orden Trinitaria”: “La Liturgia es, desde las raíces del Fundador, componente privilegiado de la experiencia espiritual trinitaria. Es una liturgia carismática... También el sacramento de la confesión (Regla 28. 36) hay que interpretarlo dentro de la experiencia trinitaria… proclamación de la misericordia y encuentro con el Misterio Trinitario… libera de las cadenas del pecado… Glorificación trinitaria a través de su vida litúrgica” .

En la Regla Trinitaria aparece con fuerza el sacramento de la reconciliación, se afianza así el compromiso de todo trinitario en favor de la misión de romper cadenas. Este sacramento tiene connotaciones propias del carisma trinitario. Las cadenas raíces están cerradas por el pecado. Llamados a romper esas ataduras que frenan la marcha y dificultan el seguimiento del Redentor. Es una llamada a dejarse evangelizar. Evangelizas, rompes cadenas, en la proporción que uno mismo se deja evangelizar y permite al espíritu liberarle de sus propias ataduras.

La confesión para proclamar la pureza de la fe cristiana

En diversos momentos se pide también en la Regla que el trinitario se confiese asiduamente. ¿Quién como el Santo Fundador pondría en práctica esta cláusula de la Regla? Además, la práctica personal del Sacramento del Perdón le brinda la oportunidad de proclamar la pureza de la fe en el Hijo de Dios. Cada vez que se acerca a este Sacramento de la Reconciliación confiesa su fe en la Humanidad y Divinidad del Redentor.

También hacen referencia a la humanidad y divinidad de Cristo los colores de la cruz, azul y rojo . Otra señal de confesión de la fe en la humanidad y divinidad del Verbo Encarnado, se manifestaría, como aparece en el capítulo 12 de la Regla Trinitaria, en la celebración de las tres solemnidades del Señor: Natividad (humanidad), Epifanía (divinidad); Ascensión (objetivo y triunfo supremo). Señales que podríamos ver reflejadas en el Pantocrátor del Signum Ordinis: la Natividad, manto azul (verdadero Hombre); la Epifanía, túnica roja (verdadero Dios); la Ascensión, estola dorada que lo orna, alude al sacerdocio eterno y a la gloria de Cristo, y el solio o trono símbolo de la realeza de Cristo, sentado a la derecha del Padre . Los Santos Padres hacen esa misma referencia a la divinidad y a la humanidad del Redentor cuando comentan la sangre y el agua brotadas del Costado traspasado por la lanza, también a la Eucaristía y al Bautismo. Sangre y agua, el precio de nuestra redención.

Juan de Mata, al mismo tiempo que pide perdón y recibe gracia de reconciliación y liberación, para entregarse con renovadas fuerzas a romper cadenas en el nombre y a gloria de la Santísima Trinidad, proclama al Redentor camino de encuentro con el Padre en el don del Espíritu.

La gracia propia de este sacramento purifica, ilumina, fortifica, facilita, en cada persona, caminos de liberación. La legislación actualizada de la Orden Trinitaria, en la senda luminosa de la Regla, invita a los hermanos a cuidar con esmero la práctica auténtica de este Sacramento con asiduidad y transparencia, para seguir progresando por el camino de la liberación desde el seno de la Trinidad Redentora . “El sacramento de la reconciliación es medio necesario y privilegiado para preservar esa libertad y, con ella, nuestra capacidad liberadora” . Es una invitación a romper las cadenas dentro del propio corazón: libres para liberar. Pues, como dice la Venerable Ángela María de la Concepción, nuestros defectos frenan las corrientes de las aguas caudalosas de la gracia .

El sacramento de la penitencia para romper cadenas

El fuego redentor que se lleva dentro garantiza y motiva el compromiso incondicional para abrir caminos de liberación, comprometerse en el día a día por los hermanos y hermanas que sufren a causa de pobrezas y esclavitudes nuevas y antiguas. Y junto al sacramento de la Penitencia percibimos la Eucaristía como perfecta glorificación de la Trinidad y en la que se realiza la obra de nuestra Redención . Eucaristía y Penitencia aparecen integradas en el camino de la libertad de los hijos de Dios.

“La Iglesia, para cumplir fielmente su deber de purificarse y de renovarse, recibió de su divino esposo, como don el sacramento de la penitencia o reconciliación, con el cual el don primario de la conversión al Reino de Cristo, recibido anteriormente en el bautismo, se restaura y se fortalece. Por este sacramento, el hermano que por la gracia de Dios misericordioso entra en el camino de la penitencia, vuelve al Padre que nos amó primero (1 Jn 4, 19), a Cristo que se entregó a sí mismo por nosotros (cf Gal 2, 26) y al Espíritu Santo que ha sido derramado en abundancia sobre nosotros” .

El recién estrenado Manual de la Orden Trinitaria (en vigor desde el 8 de Abril de 2012), citando el Ritual de la Penitencia de la Iglesia (Praen. 70 y 72) nos facilita algunas indicaciones para promover e incentivar el don de la Reconciliación en fidelidad a nuestros orígenes y tradición: “Es conveniente que en comunidad se realicen celebraciones comunitarias del sacramento de la penitencia dado que ello permite una mejor valoración de la experiencia del pecado y de la reconciliación, la celebración más completa de la Palabra de Dios y la importancia de la oración común, de la súplica y de la acción de gracias, que manifiestan la acción eclesial sin menoscabar el elemento personalizador de la confesión individual (Ritual de la Penitencia, Praen. 70)” . “Ello es especialmente indicado para el comienzo de los tiempos fuertes, la preparación de una especial solemnidad, los días dedicados a retiro o ejercicios espirituales, etc. Pero también pueden programarse regularmente de forma que puedan alimentar la vida sacramental de la comunidad (Ritual de la Penitencia, Praen. 72)” .

Llamados a disfrutar la gracia jubilar

Desde el texto y el espíritu de la Regla Trinitaria (17/12/1198), siguiendo el testimonio del Fundador, San Juan de Mata, el sacramento de la Reconciliación, posee su propia valencia trinitaria-redentora aplicable a todos sus hijos (religiosos, religiosas y laicos) y que revierte en la misión liberadora en favor de los destinatarios de su propio carisma. Damos gracias con San Juan de Mata, a la Santísima Trinidad, por el don de este sacramento que tanto facilita la vivencia y puesta en práctica de nuestro carisma trinitario-redentor.

El Año Jubilar nos lo concede la Iglesia para reavivar la llama de nuestro carisma, según San Juan de Mata y San Juan Bautista de la Concepción. Una de las gracias especiales que podemos disfrutar, durante este tiempo privilegiado, son las Indulgencias. Para obtener la indulgencia plenaria son necesarias tres condiciones: la confesión sacramental, la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Santo Padre. La indulgencia plenaria puede aplicarse también por los fieles difuntos. La gracia del Jubileo se puede obtener todos los días del Año Jubilar en las Iglesias Trinitarias de Salamanca, de Córdoba y de Santo Tomás in Formis (Roma); en las Iglesias y Capillas de la Familia Trinitaria en los días de la apertura y clausura del Año Jubileo y en las más importantes fiestas de la Orden, y también en otros lugares sagrados acordados por el Ordinario Diocesano. Además, los que por causa de edad avanzada, los enfermos que no pueden participar en las solemnidades, ni peregrinar, pueden unirse espiritualmente ofreciendo sus sufrimientos, siempre cumpliendo las tres condiciones acostumbradas .

Los jubileos programados durante los Centenarios (17/XII/2012-14/II/2014) son tiempo propicio, según la tradición de la Iglesia y en la Orden, para atraer a las personas a disfrutar de la gracia jubilar (las indulgencias), a confesarse, comulgar y orar por el Santo Padre, preparando una especie de triduo a cada fiesta de la Orden, como hacían los mártires de Argel, grandes apóstoles de la confesión, que además gozaron de facultades casi apostólicas para reconciliar a los cautivos.

sacerdocio eterno y a la gloria de Cristo, y el solio o trono símbolo de la realeza de Cristo, sentado a la derecha del Padre . Los Santos Padres hacen esa misma referencia a la divinidad y a la humanidad del Redentor cuando comentan la sangre y el agua brotadas del Costado traspasado por la lanza, también a la Eucaristía y al Bautismo. Sangre y agua, el precio de nuestra redención.

Juan de Mata, al mismo tiempo que pide perdón y recibe gracia de reconciliación y liberación, para entregarse con renovadas fuerzas a romper cadenas en el nombre y a gloria de la Santísima Trinidad, proclama al Redentor camino de encuentro con el Padre en el don del Espíritu.

La gracia propia de este sacramento purifica, ilumina, fortifica, facilita, en cada persona, caminos de liberación. La legislación actualizada de la Orden Trinitaria, en la senda luminosa de la Regla, invita a los hermanos a cuidar con esmero la práctica auténtica de este Sacramento con asiduidad y transparencia, para seguir progresando por el camino de la liberación desde el seno de la Trinidad Redentora . “El sacramento de la reconciliación es medio necesario y privilegiado para preservar esa libertad y, con ella, nuestra capacidad liberadora” . Es una invitación a romper las cadenas dentro del propio corazón: libres para liberar. Pues, como dice la Venerable Ángela María de la Concepción, nuestros defectos frenan las corrientes de las aguas caudalosas de la gracia .

El sacramento de la penitencia para romper cadenas

El fuego redentor que se lleva dentro garantiza y motiva el compromiso incondicional para abrir caminos de liberación, comprometerse en el día a día por los hermanos y hermanas que sufren a causa de pobrezas y esclavitudes nuevas y antiguas. Y junto al sacramento de la Penitencia percibimos la Eucaristía como perfecta glorificación de la Trinidad y en la que se realiza la obra de nuestra Redención . Eucaristía y Penitencia aparecen integradas en el camino de la libertad de los hijos de Dios.

“La Iglesia, para cumplir fielmente su deber de purificarse y de renovarse, recibió de su divino esposo, como don el sacramento de la penitencia o reconciliación, con el cual el don primario de la conversión al Reino de Cristo, recibido anteriormente en el bautismo, se restaura y se fortalece. Por este sacramento, el hermano que por la gracia de Dios misericordioso entra en el camino de la penitencia, vuelve al Padre que nos amó primero (1 Jn 4, 19), a Cristo que se entregó a sí mismo por nosotros (cf Gal 2, 26) y al Espíritu Santo que ha sido derramado en abundancia sobre nosotros” .

El recién estrenado Manual de la Orden Trinitaria (en vigor desde el 8 de Abril de 2012), citando el Ritual de la Penitencia de la Iglesia (Praen. 70 y 72) nos facilita algunas indicaciones para promover e incentivar el don de la Reconciliación en fidelidad a nuestros orígenes y tradición: “Es conveniente que en comunidad se realicen celebraciones comunitarias del sacramento de la penitencia dado que ello permite una mejor valoración de la experiencia del pecado y de la reconciliación, la celebración más completa de la Palabra de Dios y la importancia de la oración común, de la súplica y de la acción de gracias, que manifiestan la acción eclesial sin menoscabar el elemento personalizador de la confesión individual (Ritual de la Penitencia, Praen. 70)” . “Ello es especialmente indicado para el comienzo de los tiempos fuertes, la preparación de una especial solemnidad, los días dedicados a retiro o ejercicios espirituales, etc. Pero también pueden programarse regularmente de forma que puedan alimentar la vida sacramental de la comunidad (Ritual de la Penitencia, Praen. 72)” .

Llamados a disfrutar la gracia jubilar

Desde el texto y el espíritu de la Regla Trinitaria (17/12/1198), siguiendo el testimonio del Fundador, San Juan de Mata, el sacramento de la Reconciliación, posee su propia valencia trinitaria-redentora aplicable a todos sus hijos (religiosos, religiosas y laicos) y que revierte en la misión liberadora en favor de los destinatarios de su propio carisma. Damos gracias con San Juan de Mata, a la Santísima Trinidad, por el don de este sacramento que tanto facilita la vivencia y puesta en práctica de nuestro carisma trinitario-redentor.

El Año Jubilar nos lo concede la Iglesia para reavivar la llama de nuestro carisma, según San Juan de Mata y San Juan Bautista de la Concepción. Una de las gracias especiales que podemos disfrutar, durante este tiempo privilegiado, son las Indulgencias. Para obtener la indulgencia plenaria son necesarias tres condiciones: la confesión sacramental, la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Santo Padre. La indulgencia plenaria puede aplicarse también por los fieles difuntos. La gracia del Jubileo se puede obtener todos los días del Año Jubilar en las Iglesias Trinitarias de Salamanca, de Córdoba y de Santo Tomás in Formis (Roma); en las Iglesias y Capillas de la Familia Trinitaria en los días de la apertura y clausura del Año Jubileo y en las más importantes fiestas de la Orden, y también en otros lugares sagrados acordados por el Ordinario Diocesano. Además, los que por causa de edad avanzada, los enfermos que no pueden participar en las solemnidades, ni peregrinar, pueden unirse espiritualmente ofreciendo sus sufrimientos, siempre cumpliendo las tres condiciones acostumbradas .

Los jubileos programados durante los Centenarios (17/XII/2012-14/II/2014) son tiempo propicio, según la tradición de la Iglesia y en la Orden, para atraer a las personas a disfrutar de la gracia jubilar (las indulgencias), a confesarse, comulgar y orar por el Santo Padre, preparando una especie de triduo a cada fiesta de la Orden, como hacían los mártires de Argel, grandes apóstoles de la confesión, que además gozaron de facultades casi apostólicas para reconciliar a los cautivos.