COMUNICACIÓN | Page 69

140 JOHN FISHER Sin embargo, a pesar de esta complicación historiográfica contamos con bastantes evidencias de que el ingreso de la Real Hacienda se incrementó en todo el Perú después de 1784, en parte debido al celo con que la primera generación de intendentes buscó erradicar los fraudes, y en parte por el crecimiento general de la actividad económica. En la provincia de Arequipa, para no dar sino un ejemplo, los ingresos de la principal subtesorería se duplicaron en los primeros cinco años del nuevo régimen, de 272,000 pesos en 1784 a 523,000 en 1788, debido en parte al vigoroso cobro de las cuentas pendientes. Aunque posteriormente cayeron, los ingresos siempre fueron más altos (alrededor de 350,000 pesos al año) durante los siguientes 25 años que bajo el antiguo régimen administrativo.87 Los principales determinantes de los ingresos del Tesoro en esta provincia en donde la minería era relativamente poco importane, fueron los impuestos al comercio y el tributo, que entre 1780 y 1809 produjeron el 14% y el 18%, respectivamente, del ingreso tota l del virreinato; los otros rubros principales de una confusa gama de fuentes individuales de ingresos fueron el impuesto a la minería (13%) y las rentas de los estancos (9%).88 La mejora en la recaudación del Tesoro durante las últimas décadas del siglo XVIII fue un fenómeno que ocurrió en todo el imperio (y que incluso fue más marcado en la Nueva España que en el Perú) gracias a los factores interconectados del crecimiento económico y el éxito de la Corona, a través del sistema de intendentes, en captar ingresos que se habían evadido o sido desviados bajo el sistema no reformado de gobierno local. Se debe tener un cuidado considerable al analizar los datos, pues ciertas cuentas fueron contadas dos veces (en las subtesorerías provinciales y nuevamente cuando se remitían los excedentes a la Caja Provincial de Lima). Además, es importante distinguir entre el ingreso real y el ingreso teórico en forma de deudas, préstamos y transferencias internas entre las distin87. Álvarez a Gardoqui, 20 de marzo de 1796, AGI, Lima, Leg. 1120; ministros de la subtesorería de Arequipa al intendente, 8 de agosto de 1814, AGN, Superior Gobierno, Leg. 25. 88. Estas cifras se derivan de Klein, The American Finances of the Spanish Empire, pp. 38-47. ECONOMÍA, DEMOCRACIA Y REAL HACIENDA 141 tas ramas de la maquinaria del Tesoro.89 Es más, tal como el virrey Avilés lo señalase sucintamente en 1806, “la menor turbación en la Europa produce el triste efecto de paralizar el giro mercantil de estos dominios, obligando a expendios que estrechan el Real Erario”.90 En ciertas partes del imperio, sobre todo en aquellas que eran especialmente vulnerables a los efectos que la interrupción del comercio de ultramar tenía sobre sus economías agrícolas, la combinación de una recesión económica y exacciones fiscales aún más rigurosas (como, por ejemplo, la consolidación) entre 1796 y 1808, sentó las bases para el intento de rechazar la autoridad española en 1810. En el Perú, en cambio, la relativa capacidad que una estructura comercial basada en la exportación de la plata tenía para resistir incluso una prolongada interrupción del comercio transatlántico, ayudó a que este virreinato fuera el paladín de la autoridad peninsular en la segunda década del siglo XIX. Esta postura le conllevó unas considerables cargas fiscales. Por ejemplo, y como lo muestra el estado general arriba aludido, en 1812 el Tesoro virreinal logró obtener un ingreso de 5’271,000 pesos (en parte gracias a préstamos y donativos por más de un millón de pesos), pero los gastos totales —5’353,000 pesos— superaron a los ingresos debido al costo sustancial de los gastos militares realizados dentro del virreinato (aproximadamente dos millones de pesos) y a los subsidios de más de un millón de pesos enviados para apuntalar la resistencia realista a la insurgencia en el Alto Perú, Chile y Quito.91 La situación empeoró a medida que avanzaba la década y el Perú no sólo se encontró cada vez más aislado como defensor del fidelismo, sino que también comenzó a vivir una gran insurgencia dentro de sus fronteras con la rebelión del Cuzco de 1814-1815. Las medidas fiscales tomadas en 1815 comprendieron el incremento del 1% en la alcabala y otros impuestos al comercio, la duplicación de los precios de artículos vendidos por los estancos y un fuerte 89. Estas complicaciones son analizadas en Fisher, “Commentary”. 90. Avilés, Memoria, p. 67. 91. Estado general (1812), AGI, Lima, Leg. 1136. Vease también a Abascal, Memoria, 1: pp. 312-14, 320-21.