COMUNICACIÓN | Page 153

JOHN FISHER 300 LOS REGENTES DE LA AUDIENCIA DE LIMA RESISTENCIA, REVUELTAS Y REBELIONES 179 Ansótegui regresó a España al igual que la inmensa mayoría de empleados civiles de la capital virreinal.9 Parece haber sido un burócrata culto y confiable (un inventario de sus libros hecho en 1812 es una fuente menor para la historia intelectual de Buenos Aires), pero que pasaba algo desapercibido: a pesar de la importancia de su cargo, no se le menciona ni una sola vez en la Memoria de gobierno del virrey Pezuela, junto al cual trabajó en Lima durante cinco años.10 y que sería demostrado claramente entre 1814 y 1815, fue que el factor más efectivo para preservar la autoridad hispana en el Perú era la repugnancia que los criollos de Lima y la costa tenían para todo movimiento separatista que no sólo lograra elevar el status del indio, sino que también desplazara el poder político a la sierra, representada literal y simbólicamente por el Cuzco. Es relativamente poco lo que vale la pena decir sobre la ideología separatista, dada la pasividad, e incluso la sumisión, que la mayoría de los españoles del Perú mostró ante la intensificación del absolutismo durante el periodo borbónico tardío. Algunos investigadores han querido exaltar el papel de Toribio Rodríguez de Mendoza —quien contribuyó al Mercurio Peruano y fue rector del Convictorio de San Carlos, miembro del primer congreso nacional peruano de 1822 y rector de San Marcos hasta su muerte, ocurrida en 1825— en la introducción de las “nuevas ideologías” a “las generaciones que presidirían la defunción del imperio español”.39 Sin embargo, es necesario tener en cuenta que los criollos educados en este centro preuniversitario, fundado en 1770 para que reemplazara a los colegios jesuitas de San Pablo, San Martín y El Príncipe, comprendían no sólo a los eventuales seguidores de la independencia sino también a varios otros que lucharían hasta 1824 para preservar el imperialismo.40 La expulsión de los 2,500 jesuitas de la América hispana en 1767 privó abruptamente al Perú de varios cientos de miembros de la orden, llevados bajo fuerte custodia al colegio de San Pablo desde todas partes del virreinato, para ser enviados al exilio a bordo de un navío conmovedoramente llamado El Peruano.41 Sin embargo, a pesar de los sufrimientos de las familias peruanas cuyos hijos se vieron afectados por la repentina expulsión, aquellos peruanos que se enriquecieron con la compra de las confiscadas propiedades jesuitas sí pudieron filosofar sobre el particular. Al parecer, la inmensa mayoría de los peruanos prestó poca atención a los 9. 39. Martín, Scholars and Schools, p. 99. Durand Flórez, “Alta Cámara”, pp. 267-68, presenta los pormenores de la reunión, celebrada en la casa de Ansótegui el 21 de julio de 1821, en donde los miembros de la Audiencia tuvieron que decidir si seguir en sus puestos con los patriotas o solicitar pasaportes con los cuales regresar a España. 10. Mariluz Urquijo, “La biblioteca”; Pezuela, Memoria. 40. Véase en Martín, The Intellectual Conquest, un análisis sobre la educación jesuita en el Perú hasta 1767. 41. Ibid., p. 153.