JOHN FISHER
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LOS REGENTES
DE LA AUDIENCIA
DE LIMA
RESISTENCIA,
REVUELTAS
Y REBELIONES
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Ansótegui regresó a España al igual que la inmensa mayoría de empleados
civiles de la capital virreinal.9 Parece haber sido un burócrata culto y
confiable (un inventario de sus libros hecho en 1812 es una fuente menor
para la historia intelectual de Buenos Aires), pero que pasaba algo desapercibido: a pesar de la importancia de su cargo, no se le menciona ni
una sola vez en la Memoria de gobierno del virrey Pezuela, junto al cual
trabajó en Lima durante cinco años.10
y que sería demostrado claramente entre 1814 y 1815, fue que el
factor más efectivo para preservar la autoridad hispana en el Perú
era la repugnancia que los criollos de Lima y la costa tenían para
todo movimiento separatista que no sólo lograra elevar el status del
indio, sino que también desplazara el poder político a la sierra, representada literal y simbólicamente por el Cuzco.
Es relativamente poco lo que vale la pena decir sobre la ideología separatista, dada la pasividad, e incluso la sumisión, que la mayoría de los españoles del Perú mostró ante la intensificación del
absolutismo durante el periodo borbónico tardío. Algunos investigadores han querido exaltar el papel de Toribio Rodríguez de Mendoza
—quien contribuyó al Mercurio Peruano y fue rector del Convictorio
de San Carlos, miembro del primer congreso nacional peruano de
1822 y rector de San Marcos hasta su muerte, ocurrida en 1825—
en la introducción de las “nuevas ideologías” a “las generaciones
que presidirían la defunción del imperio español”.39
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que los criollos educados en este centro preuniversitario, fundado en 1770 para que reemplazara a los colegios jesuitas de San Pablo, San Martín y El Príncipe,
comprendían no sólo a los eventuales seguidores de la independencia
sino también a varios otros que lucharían hasta 1824 para preservar
el imperialismo.40 La expulsión de los 2,500 jesuitas de la América
hispana en 1767 privó abruptamente al Perú de varios cientos de
miembros de la orden, llevados bajo fuerte custodia al colegio de San
Pablo desde todas partes del virreinato, para ser enviados al exilio a
bordo de un navío conmovedoramente llamado El Peruano.41 Sin
embargo, a pesar de los sufrimientos de las familias peruanas cuyos
hijos se vieron afectados por la repentina expulsión, aquellos peruanos que se enriquecieron con la compra de las confiscadas propiedades jesuitas sí pudieron filosofar sobre el particular. Al parecer,
la inmensa mayoría de los peruanos prestó poca atención a los
9.
39. Martín, Scholars and Schools, p. 99.
Durand Flórez, “Alta Cámara”, pp. 267-68, presenta los pormenores de la reunión,
celebrada en la casa de Ansótegui el 21 de julio de 1821, en donde los miembros de
la Audiencia tuvieron que decidir si seguir en sus puestos con los patriotas o solicitar
pasaportes con los cuales regresar a España.
10. Mariluz Urquijo, “La biblioteca”; Pezuela, Memoria.
40. Véase en Martín, The Intellectual Conquest, un análisis sobre la educación jesuita
en el Perú hasta 1767.
41. Ibid., p. 153.