COMUNICACIÓN | Page 114

224 JOHN FISHER FIDELISMO, PATRIOTISMO E INDEPENDENCIA 225 pesimistas ya que el virrey había dejado la ciudad para comandar personalmente el ejército realista. En una reunión secreta, los ministros de la Audiencia (incluyendo a tres de los cuatro que habían urgido a La Serna tres años antes de que convirtiera al Cuzco en su base) decidieron pedirle al presidente Álvarez garantías de su propia seguridad, en caso de que los rumores de una evacuación inminente de la ciudad resultaran fundados.142 La ciudad del Cuzco seguía en manos realistas, al igual que Lima y Arequipa, cuando Canterac se rindió a Sucre luego de la captura del herido La Serna en la “sangrienta y desgraciada batalla” librada en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Esto llevó a Sucre a señalar, dos días después, que con la firma de la detallada capitulación, “la campaña del Perú está terminada; su independencia y la paz de América se han firmado en este campo de batalla”.143 El gran número de prisioneros realistas, que incluía a 60 oficiales de alta graduación, 500 oficiales subalternos y más de 1,000 soldados, fue tratado con cierta caballerosidad, e incluyó como uno de sus rasgos claves la opción de permanecer en el Perú o ser repatriados a España. La Serna y otros oficiales de alta graduación partieron de inmediato hacia el puerto de Quilca, de donde salieron el 3 de enero en un largo viaje, vía Río de Janeiro y Bordeux, que los llevó de vuelta a España, a una amarga polémica sobre las razones de la pérdida del Perú.144 De mayor relevancia para los peruanistas es que si bien casi 400 de los oficiales (y un número similar de soldados rasos) rendidos en Ayacucho o inmediatamente después de la batalla ejercieron su derecho a ser repatriados, un número considerable —526 oficiales y casi 1,000 hombres— decidió retornar a “sus casas en el país”.145 Olañeta, cuyo fracaso en respaldar a la Serna fue considerado por Valdés como otra de las principales razones de la derrota en Ayacucho, resistió a los patriotas en el Alto Perú hasta su muerte en Tumusla, en abril de 1825, dos meses antes de que el gobierno peninsular tomara la curiosa decisión de nombrarle virrey del Río de la Plata.146 En el Cuzco, la