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REPORTAJE:

La Celestina de Fernando de Rojas

La literatura no entiende de religiones, y eso parece saberlo Fernando de Rojas, un judío converso que, tras publicar La Celestina se ha convertido en un referente de nuestra nación.

Existe una gran controversia a la hora de determinar el género al que pertenece esta novela. Unos, basándose en los problemas que existen a la hora de llevarla a escena, niegan su carácter dramático, considerándola pues, una novela dialogada. Otros la ubican dentro del subgénero de la comedia humanística caracterizada por una trama sencilla en prosa, el realismo de los ambientes, su habitual tema del amor ilícito y por su lenguaje culto. Realmente, lo más destacado de la obra es el dialogo, por lo que encasillarla en un género, ahora mismo no urge. El diálogo adopta tres modalidades, el oratorio, para periodos largos; el de réplicas cortas; y el conversacional, con intervenciones breves. De esta forma, los diálogos son más cercanos a nuestro día a día. También los monólogos adquieren protagonismo en la obra.

Rompiendo con las reglas la prosa anterior, la obra se estructura en tres partes con las que el lector queda prendado de la belleza de Melibea e incluso de la gracia de la propia Celestina. Pero, ¿en qué consiste cada una de estas partes?

En el prólogo Fernando de Rojas nos introduce al joven Calisto quien se enamora de Melibea. Sin embargo su amor no es correspondido debido a que nuestra joven protagonista, intuye que las intenciones de Calisto, no son honestas.

En la primera parte, Calisto acude a la alcahueta que, movida por la codicia, decide ayudarle a enamorar a Melibea. La Celestina, a su vez cuenta con la ayuda de Sempronio, el criado de Calisto. Juntos van sorteando los obstáculos que se van encontrando para alcanzar su meta, como por ejemplo la actitud esquiva de Melibea, la resistencia de Pármeno (otro criado de Calisto) a colaborar en su plan.