Como agua para chocolate
Laura Esquivel
escupió, vomitó y amenazó desesperadamente. Por primera vez rompió el pacto y lanzó
maldiciones en contra de Pedro y Tita aparte de echarles en cara todos los sufrimientos que
le habían ocasionado.
La casa se convirtió en un campo de batalla. Los portazos estaban a la orden del día.
Afortunadamente, estos pleitos no se prolongaron por mucho tiempo, pues a los tres días de
la más violenta y desgarradora lucha entre los dos bandos, Rosaura, a causa de grandes
problemas digestivos, había muerto de... la manera en que murió.
El haber logrado la boda entre Alex y Esperanza era el mayor triunfo de Tita. Qué
orgullosa se sentía de ver a Esperanza tan segura de sí misma, tan inteligente, tan
preparada, tan feliz, tan capaz, pero al mismo tiempo, tan femenina y tan mujer en el más
amplio sentido de la palabra. Se veía bellísima con su vestido de novia, bailando con Alex el
vals Ojos de juventud.
En cuanto la música terminó, los Lobo, Paquita y Jorge, se acercaron a felicitar a Pedro y
a Tita.
-Felicidades Pedro, tu hija no pudo haber encontrado mejor partido que Alex en diez millas
a la redonda.
-Sí, Alex Brown es un excelente muchacho. Lo único malo es que nos van a abandonar.
Alex sé ganó una beca para hacer su doctorado en la Universidad de Harvard y, hoy mismo,
después de la boda, salen para allá.
-¡Qué barbaridad Tita! ¿Y ahora qué vas a hacer? -comentó con mucho veneno
Paquita-.Sin Esperanza en la casa ya no vas a poder vivir cerca de Pedro. Ay, antes de que te
vayas a vivir a otro lado, dame la receta de los chiles en nogada. ¡Se ven exquisitos!
Los chiles en nogada no sólo se veían muy bien, sino que realmente estaban deliciosos,
nunca le habían quedado a Tita tan exquisitos. Los chiles lucían con orgullo los colores de la
bandera; el verde de los chiles, el blanco de la nogada y el rojo de la granada.
Estos platones tricolores duraron muy poco tiempo: en un abrir y cerrar de ojos los chiles
desaparecieron de las charolas... Qué lejano estaba el día en que Tita se había sentido como
un chile en nogada que se deja por decencia, para no demostrar la gula.
Tita se preguntaba si el hecho de que no quedara ningún chile era signo de que estaban
olvidando las buenas costumbres o de que en verdad estaban espléndidos.
Los comensales se veían encantados. Qué diferencia entre ésta y la desafortunada boda de
Pedro con Rosaura, cuando todos los invitados terminaron intoxicados. Ahora por el
contrario al probar los chiles en nogada, en lugar de sentir una gran nostalgia y frustración,
todos experimentaban una sensación parecida a la de Gertrudis cuando comió las codornices
en pétalos de rosas. Y para variar Gertrudis fue la primera en sentir nuevamente los
síntomas. Se encontraba en medio del patio bailando con Juan Mi querido capitán y cantaba
el estribillo mientras danzaba como nunca. Cada vez que pronunciaba «ay, ay, ay, ay, mi
querido capitán», recordaba la época lejana cuando Juan aún era capitán y se encontró con
él en pleno campo completamente desnuda. De inmediato reconoció el calor en las piernas, el
cosquilleo en el centro de su cuerpo, los pensamientos pecaminosos, y decidió retirarse con
su esposo antes de que las cosas llegaran a mayores. Gertrudis fue la que inició la
desbandada. Todos los demás invitados, con uno u otro pretexto y con miradas libidinosas,
también pidieron disculpas y se retiraron. Los novios interiormente lo agradecieron pues
entonces ellos quedaron en libertad de tomar sus maletas e irse lo más pronto posible. Les
urgía llegar al hotel.
Cuando Tita y Pedro se dieron cuenta, sólo quedaban en el rancho John, Chencha y ellos
dos. Todos los demás, incluyendo los trabajadores del rancho, ya se encontraban en el lugar
más alejado al que pudieron llegar, haciendo desenfrenadamente el amor. Algunos bajo el
puente de Piedras Negras e Eagle Pass. Los más conservadores dentro de su auto mal
estacionado sobre la carretera. Y los más, donde pudieron. Cualquier sitio era bueno: en el
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