Como agua para chocolate
Laura Esquivel
En la entrada del rancho Nicolás y Rosalío, en traje charro de gala, recogían las
invitaciones a las personas que aún seguían llegando. Se trataba de unas invitaciones
bellísimas. Alex y Esperanza las hablan elaborado personalmente. El papel de las
invitaciones, la tinta negra con que las escribieron, la tinta dorada para las orillas de los
sobres, y el lacre con el que los sellaron, eran su obra y su orgullo. Todo había sido
preparado según la costumbre y utilizando las recetas de la familia De la Garza. Bueno, la
tinta negra no había sido necesario elaborarla, pues habla quedado bastante de la que
prepararon para la boda de Pedro con Rosaura. Era una tinta seca a la que solamente le
añadieron un poco de agua y quedó como recién hecha. Ésta se obtiene mezclando ocho
onzas de goma arábiga, cinco onzas y media de agallas, cuatro onzas de sulfato de hierro,
dos onzas y-media de palo de campeche y media de sulfato de cobre. Para la tinta dorada que
se pone en la orilla de los sobres, se toma una onza de orpimiente y otra de piedra de cristal
finamente molido. Se ponen estos polvos en cinco o seis claras de huevo bien batidas hasta
que queden como agua. Y por su parte el lacre se prepara derritiendo una libra de goma laca,
media de menjuí, media de calafonia y una de bermellón.
Cuando ya está líquido se vacía sobre una mesa untada con aceite de almendras dulces y
antes de que se enfríe se forman los palitos o barras.
Esperanza y Alex se pasaron muchas tardes siguiendo al pie de la letra estas recetas para
poder hacer unas invitaciones únicas y lo habían logrado. Cada una era una obra de arte.
Era el producto de un trabajo artesanal que desgraciadamente estaba pasando de moda,
junto con los vestidos largos, las cartas de amor y los valses. Pero para Tita y Pedro nunca
pasaría de moda el vals Ojos de juventud, que en este momento tocaba la orquesta a petición
expresa de Pedro. Juntos se deslizaban por la pista derrochando donaire. Tita lucía
esplendorosa. Los 22 años que habían transcurrido desde la boda de Pedro con Rosaura
parecían no haberla rozado siquiera. A sus 39 años aún seguía fresca y rozagante como un
pepino recién cortado.
Los ojos de John los seguían mientras bailaban y denotaban ternura con un destello de
resignación. Pedro rozaba tiernamente su mejilla con la de Tita, y ella sentía que la mano de
Pedro en su cintura la quemaba como nunca.
-¿Te acuerdas de cuando escuchamos por primera vez esa pieza?
-Nunca lo olvidaré.
-Esa noche no dormí pensando en pedir tu mano de inmediato. No sabía que tendría que
dejar pasar 22 años para volverte a preguntar si quieres ser mi esposa.
-¿Lo dices en serio?
-¡Claro! No quiero morirme sin lograr que lo seas. Siempre he soñado con entrar contigo a
una iglesia llena de flores blancas y tú en medio de todas, como la más bella.
-¿Vestida de blanco?
-¡Por supuesto! Nada te lo impide. ¿Y sabes qué? Ya que estemos casados, quiero tener un
hijo contigo. Aún estamos a tiempo, ¿no crees? Ahora que Esperanza nos deja, vamos a
necesitar compañía.
Tita no pudo responderle a Pedro. Un nudo en la garganta se lo impidió. Unas lágrimas
rodaron lentamente por sus mejillas. Sus primeras lágrimas de felicidad.
-Y quiero que sepas que no me vas a convencer de no hacerlo. No me importa lo que
piensen ni mi hija ni nadie más. Hemos pasado muchos años cuidándonos del qué dirán,
pero desde esta noche nadie me va a poder separar de tu lado.
La verdad, a estas alturas a Tita también le importaba un comino lo que la gente pensara
al hacer pública la relación amorosa que existía entre Pedro y ella.
Por veinte años había respetado el pacto que ambos habían establecido con Rosaura y ya
estaba cansada. El acuerdo consistía en que tomando en consideración que para Rosaura
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