COMO AGUA PARA CHOCOLATE | Page 73

Como agua para chocolate Laura Esquivel para alimentar a la tropa. Entonces Gertrudis, con su gran práctica en el campo de batalla midió estratégicamente el tiempo que Pedro tardaría en cruzar por el umbral de la puerta para, en ese precisó instante, dispararle las palabras: -... Y creo que entonces sería bueno que Pedro se enterara de que esperas un hijo suyo. ¡Con gran éxito dio en el blanco! Pedro, fulminado, dejó caer el costal al suelo. Se moría de amor por Tita. Ésta giró asustada y descubrió a Pedro que la miraba emocionado hasta las lágrimas. -¡Pedro, qué casualidad que llega! Mi hermana tiene algo que decirle, ¿por qué no van a la huerta a platicar, mientras yo termino el almíbar? Tita no sabía si recriminarle o agradecerle a Gertrudis su intervención. Más tarde hablaría con ella, pero ahora no le quedaba otra que hacer lo propio con Pedro. En silencio, Tita le dio a Gertrudis la vasija que tenía en las manos donde había empezado a preparar el almíbar, sacó del cajón de la mesa un arrugado papel con la receta escrita en él y se lo dejó a Gertrudis por si acaso lo necesitaba. Salió de la cocina, seguida por Pedro. ¡Claro, Gertrudis necesitaba de la receta, sin ella sería incapaz de hacer nada! Con cuidado empezó a leerla y a tratar de seguirla: Se bate una clara de huevo en medio cuartillo de agua para cada dos libras de azúcar o piloncillo, dos claras de huevo en un cuartillo de agua para cinco libras de azúcar y en la misma proporción para mayor o menor cantidad. Se hace hervir el almíbar hasta que suba tres veces, calmando el hervor con un poco de agua fría, que se echará cada vez que suba. Se aparta entonces del fuego, se deja reposar y se espuma; se le agrega después otra poca de agua junto con un trozo de cáscara de naranja, anís y clavo al gusto y se deja hervir. Se espuma otra vez y cuando ha alcanzado el grado de cocimiento llamado de bola, se cuela en un tamiz o en un lienzo tupido sobre un bastidor. Gertrudis leía la receta como si leyera jeroglíficos. No entendía a cuánta azúcar se refería al decir cinco libras, ni qué era un cuartillo de agua y mucho menos cuál era el punto de bola. ¡La que estaba verdaderamente hecha bolas era ella! Salió al patio a pedirle a Chencha su ayuda. Chencha estaba terminando de repartir frijoles a correligionarios de la quinta mesa del desayuno. Ésta era la última que tenía que servir, pero en cuanto terminara de dar de comer a esta mesa, ya tenía que poner la próxima, para que los revolucionarios que habían ingerido sus sagrados alimentos en la primera mesa del desayuno pasaran a comer, y así sucesivamente, hasta las 10 de la noche en que terminaba de servir la última mesa de la cena. Por lo que era claramente comprensible que estuviera de lo más violenta e irritable contra todo aquel que se acercara a pedirle que hiciera un trabajo extra. Gertrudis no era la excepción por muy generala que fuera. Chencha se negó terminantemente a proporcionarle su ayuda. Ella no formaba parte de su tropa, ni tenía por qué obedecerla ciegamente como lo hacían todos los hombres bajo su mando. Gertrudis estuvo entonces tentada a recurrir a su hermana, pero su sentido común se lo impidió. No podía interrumpir de ninguna manera a Tita y a Pedro en estos momentos. Tal vez los más decisivos de sus vidas. Mita caminaba lentamente entre los árboles frutales de la huerta, el olor a azahar se confundía con el aroma a jazmines, característico de su cuerpo. Pedro, a su lado, la llevaba del brazo con infinita ternura. -¿Por qué no me lo había dicho? -Porque primero quería t omar una determinación. -¿Y ya la tiene? -No. 73