Como agua para chocolate
Laura Esquivel
adecuadamente. Tenía tal apuro que ni siquiera vio a Pedro, en el otro extremo del patio
trasero, pateando piedras.
Tita se despojó de sus ropas, se metió a la regadera y dejó que el agua fría cayera sobre su
cabeza. ¡Qué alivio sentía! Con los ojos cerrados las sensaciones se agudizan, podía percibir
cada gota de agua fría recorriéndole el cuerpo. Sentía los pezones de sus senos ponerse
duros como piedras al contacto con el agua. Otro hilo de agua bajaba por su espalda y
después caía como cascada en la curva de sus redondos y protuberantes glúteos, recorriendo
sus firmes piernas hasta los pies. Poco a poco se le fue pasando el mal humor, y el dolor de
cabeza desapareció. De pronto empezó a sentir que el agua se entibiaba y se ponía cada vez
más caliente hasta empezar a quemarle la piel. Esto pasaba algunas veces en épocas de calor
cuando el agua del tinaco había sido calentada todo el día por los poderosos rayos del sol,
pero no ahora que en primera no era verano y en segunda, empezaba a anochecer. Alarmada
abrió sus ojos, temerosa de que nuevamente se fuera a incendiar el cuarto de baño y lo que
descubrió fue la figura de Pedro del otro lado de los tablones, observándola detenidamente.
Los ojos de Pedro brillaban de una manera que era imposible no descubrirlos en la
penumbra, así como dos insignificantes gotas de rocío no podían pasar inadvertidas,
escondidas entre la maleza, al recibir los primeros rayos del sol. ¡Maldita mirada de Pedro! ¡Y
maldito carpintero que había reconstruido el cuarto de baño exactamente igual al anterior, o
sea, con separaciones entre uno y otro tablón! Cuando vio que Pedro se acercaba a ella, con
libidinosas intenciones en los ojos, salió corriendo del cuarto vistiéndose atropelladamente.
Con gran apuro llegó a su recámara y se encerró.
Apenas le dio tiempo de terminar con su arreglo, cuando Chencha le fue a anunciar que
John acababa de llegar y la esperaba en la sala.
No pudo acudir de inmediato a recibirlo, pues aún le faltaba poner la mesa. Antes de
poner el mantel hay que cubrir la mesa con un tapete, para evitar el ruido que hacen las
copas y vajilla al chocar contra ella. Tiene que ser bayeta blanca para así realzar la blancura
del mantel. Tita lo deslizaba suavemente sobre la enorme mesa para veinte personas, que
sólo usaban en ocasiones como ésta. Trataba de no hacer ruido, ni siquiera al respirar para
escuchar el contenido de la plática que sostenían en la sala Rosaura, Pedro y John. La sala y
el comedor estaban separados por un largo pasillo, así que sólo llegaba a los oídos de Tita el
murmullo de las varoniles voces de Pedro y John, sin embargo alcanzaba a percibir en ellas
cierto tono de discusión. Antes de esperar que las cosas llegaran a mayores, colocó
rápidamente en el orden debido los platos, los cubiertos de plata, las copas, los saleros y los
portacuchillos. Enseguida puso las bujías bajo los calentadores para los platos principales,
entrada e intermedio y los dejó listos sobre el aparador. Corrió a la cocina por el vino de
Burdeos que había dejado en baño María. Los vinos de Burdeos se sacan de la bodega con
varias horas de anticipación y se ponen en un lugar caliente para que un suave calor
desarrolle su aroma, pero como a Tita se le había olvidado sacarlo a tiempo, forzó el
procedimiento artificialmente. Lo único que le faltaba era poner en el centro de la mesa una
canastilla de bronce dorado con las flores, pero como éstas se deben colocar unos momentos
antes de pasar a la mesa para que conserven su frescura natural, encargó a Chencha este
trabajo, y apresuradamente, tanto como su almidonado vestido se lo permitía, se dirigió a la
sala.
La primera escena que presenció al abrir la puerta fue la acalorada discusión entre Pedro
y John sobre la situación política del país. Parecía que los dos habían olvidado las más
elementales reglas de urbanidad, que dicen que en una reunión social no hay que sacar a
colación cuestiones sobre personalidades, sobre temas tristes o hechos infortunados, sobre
religión o sobre política. La entrada de Tita suspendió la discusión y los forzó a tratar de
reiniciar la plática en un tono más amigable.
En un ambiente tenso, John dio paso a la petición de mano. Pedro, como el hombre de la
casa, dio su aprobación de una manera hosca. Y se empezaron a establecer los detalles de la
60