Como agua para chocolate
Laura Esquivel
Entonces supo para qué había llegado hasta allí. Esta mujer necesitaba imperiosamente que
un hombre le apagara el fuego abrasador que nacía en sus entrañas.
Un hombre igual de necesitado de amor que ella, un hombre como él.
Gertrudis dejó de correr en cuanto lo vio venir hacia ella. Desnuda como estaba, con el
pelo suelto cayéndole hasta la cintura e irradiando una luminosa energía, representaba lo
que sería una síntesis entre una mujer angelical y una infernal. La delicadeza de su rostro y
la perfección de su inmaculado y virginal cuerpo contrastaban con la pasión y la lujuria que
le salía atropelladamente por los ojos y los poros. Estos elementos, aunados al deseo sexual
que Juan por tanto tiempo había contenido por estar luchando en la sierra, hicieron que el
encuentro entre ambos fuera espectacular.
Él, sin dejar de galopar para no perder tiempo, se inclinó, la tomó de la cintura, la subió al
caballo delante de él, pero acomodándola frente a frente y se la llevó. El caballo,
aparentemente siguiendo también órdenes superiores, siguió galopando como si supiera
perfectamente cuál era su destino final, a pesar de que Juan le había soltado las riendas
para poder abrazar y besar apasionadamente a Gertrudis. El movimiento del caballo se
confundía con el de sus cuerpos mientras realizaban su primera copulación a todo galope y
con alto grado de dificultad.
Todo fue tan rápido que la escolta que seguía a Juan tratando de interceptarlo nunca lo
logró. Decepcionados dieron media vuelta y el informe que llevaron fue que el capitán había
enloquecido repentinamente durante la batalla y que por esta causa había desertado del
ejército.
Generalmente, ésa es la manera en que se escribe la historia, a través de las versiones de
los testigos presenciales, que no siempre corresponden a la realidad. Pues el punto de vista
de Tita sobre lo acontecido era totalmente diferente al de estos revolucionarios. Ella habla
observado todo desde el patio donde estaba lavando los trastes. No perdió detalle a pesar de
que le interferían la visión una nube de vapor rosado y las llamas del cuarto de baño. A su
lado, Pedro también tuvo la suerte de contemplar el espectáculo, pues habla salido al patio
por su bicicleta para ir a dar un paseo.
Y como mudos espectadores de una película, Pedro y Tita se emocionaron hasta las
lágrimas al ver a sus héroes realizar el amor que para ellos estaba prohibido. Hubo un
momento, un solo instante en que Pedro pudo haber cambiado el curso de la historia.
Tomando a Tita de la mano alcanzó a pronunciar: -Tita... Sólo eso. No tuvo tiempo de decir
más. La sucia realidad se lo impidió. Se escuchó un grito de Mamá Elena preguntando qué
era lo que pasaba en el patio. Si Pedro le hubiera pedido a Tita huir con él, ella no lo hubiera
pensado ni tantito, pero no lo hizo, sino que montando rápidamente en la bicicleta se fue
pedaleando su rabia. No podía borrar de su mente la imagen de Gertrudis corriendo por el
campo... ¡completamente desnuda! Sus grandes senos bamboleándose de un lado a otro lo
habían dejado hipnotizado. Él nunca había visto a una mujer desnuda. En la intimidad con
Rosaura no había sentido deseos de verle el cuerpo ni de acariciárselo. En estos casos
siempre utilizaba la sábana nupcial, que sólo dejaba visibles las partes nobles de su esposa.
Terminado el acto, se alejaba de la recámara antes de que ésta se descubriera. En cambio,
ahora, se había despertado en él la curiosidad de vera Tita por largo rato así, sin ninguna
ropa.
Indagando, husmeando, averiguando cómo era hasta el último centímetro de piel de su
monumental y atractivo cuerpo. De seguro que se parecía al de Gertrudis, no en balde eran
hermanas.
La única parte del cuerpo de Tita que conocía muy bien, aparte de la cara y las manos, era
el redondo trozo de pantorrilla que había alcanzado a verle en una ocasión. Ese recuerdo lo
atormentaba por las noches. Qué antojo sentía de poner su mano sobre ese trozo de piel y
luego por todo el cuerpo tal y como había visto hacerlo al hombre que se llevó a Gertrudis:
¡con pasión, con desenfreno, con lujuria!
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