Como agua para chocolate
Laura Esquivel
-Señorita Tita, quisiera aprovechar la oportunidad de poder hablarle a solas para decirle
que estoy profundamente enamorado de usted. Sé que esta declaración es atrevida y
precipitada, pero es tan difícil acercársele, que tomé la decisión de hacerlo esta misma noche.
Sólo le pido que me diga si puedo aspirar a su amor.
-No sé qué responderle; deme tiempo para pensar.
-No, no podría, necesito una respuesta en este momento: el amor no se piensa, se siente o
no se siente. Yo soy hombre de pocas, pero muy firmes palabras. Le juro que tendrá mi amor
por siempre. ¿Qué hay del suyo? ¿Usted también lo siente por mí?
-¡Sí!
Sí, sí y mil veces sí. Lo amó desde esa noche para siempre. Pero ahora tenía que renunciar a
él. No era decente desear al futuro esposo de una hermana. Tenía que tratar de ahuyentarlo
de su mente de alguna manera para poder dormir. Intentó comer la torta de Navidad que
Nacha le había dejado sobre su buró, junto con un vaso de leche. En muchas otras ocasiones
le había dado excelentes resultados. Nacha, con su gran experiencia, sabía que para Tita no
había pena alguna que no lograra desaparecer mientras comía una deliciosa torta de
Navidad. Pero no en esta ocasión. El vacío que sentía en el estómago no se alivió. Por el
contrario, una sensación de náusea la invadió. Descubrió que el hueco no era de hambre;
más bien se trataba de una álgida sensación dolorosa. Era necesario deshacerse de este
molesto frío. Como primera medida se cubrió con una pesada cobija y ropa de lana. El frío
permanecía inamovible. Entonces se puso zapatos de estambre y otras dos cobijas. Nada. Por
último, sacó de su costurero una colcha que había empezado a tejer el día en que Pedro le
habló de matrimonio. Una colcha como ésta, tejida a gancho, se termina aproximadamente
en un año. Justo el tiempo que Pedro y Tita habían pensado dejar pasar antes de contraer
nupcias. Decidió darle utilidad al estambre en lugar de desperdiciarlo y rabiosamente tejió y
lloró y tejió, hasta que en la madrugada terminó la colcha y se la echó encima. De nada
sirvió. Ni esa noche ni muchas otras mientras vivió logró controlar el frío.
Continuará
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Pastel Chabela (de Boda)
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