El desconocido del lago
las que efectivamente el deseo tiene un lugar
importante y en las que el deseo se satisface, se
resuelve, encuentra una salida en el sexo, pero
siempre he buscado algo distinto. Creo que el sexo
es también, y fundamentalmente, algo bastante
insatisfactorio. Buscamos algo que vaya más allá,
un deseo que pueda ir más allá del sexo. Pienso
que Henri lo enuncia claramente en El desconocido del lago, pero ya está presente en Ese viejo
sueño que se mueve, donde ningún personaje
enuncia este deseo de rebasar el sexo, pero yo
como cineasta lo enuncio. Justamente la fuerte
resolución en esta película es renunciar al sexo,
hacer las cosas de tal manera que los hombres no
se encuentren en el deseo sexual pero sí en una
forma de amistad. También pienso que la amistad
tiene que ver con el deseo, algo que ya estaba
presente en No hay descanso para los valientes.
Pienso que fue un error de mi parte, pero en ese
momento estaba totalmente convencido que en la
relación entre Basile y el viejo Roger, que tiene 65
o 70, era fundamental que no hubiera sexo entre
ellos. Había algo que no funcionaba y entonces
había que ir más allá. Y creo que en ese momento
lo que me hizo no llegar a la resolución sexual
entre ellos fue el pudor, pero de todas maneras hay
algo, un punto sobre el que siempre giro. Como
también lo hicieron Sócrates y Platón... El banquete, por ejemplo, está directamente relacionado con
esta idea de rebasar el sexo. También aparece en
los trovadores. Yo soy del Sur de Francia, de
Occitania, de un país de trovadores, que profesaban la idea del amor cortés. En su ideal lo importante no era acostarse o hacer el amor con la mujer
a la cual cortejaban —generalmente la dama de un
caballero— sino dormir cerca de ella. Eso me
parece muy hermoso, esta idea de que el sexo es
tan insatisfactorio que tal vez no sería tan malo
dejarlo de lado, alimentar el deseo de otra forma. Y
me gusta que el deseo no sea un problema que hay
que resolver como algo que hay que evacuar
porque hay demasiada presión, como si fuera una
olla express.
En El desconocido del lago hubo un cambio de
registro porque por una parte me parece que yo no
había enfrentado realmente la sexualidad, mi
propia sexualidad en el cine. Lo más que había
hablado de sexualidad había sido en El rey del
escape, en que un homosexual se dedica a amar a
una chica y sólo lo vemos en esas relaciones
heterosexuales, así que nunca había filmado las
relaciones homosexuales. Entonces pensé “Hay
que animarse a hacerlo, hay que superar el pudor”,
porque el sexo es una cosa importante en la vida y
en la pasión, por supuesto. Cuando uno se enamora
de alguien, cuando tenemos a alguien en la piel,
eso está relacionado con el sexo, con órganos que
funcionan, y quería mostrar a esos órganos funcionando. No solamente mostrarlos sino también
tomar lo que generalmente ponemos del lado de la
pornografía y volverlo a unir con la pasión, e
incluso con el diálogo postcoital o con una
historia. Es decir que la cuestión, a grandes rasgos,
era hablar del sexo pero sacando el sexo de la
pornografía. Eso era muy importante para mí. Y
está también la idea de que si sigo con esa idea de
hablar de lo real, de lo cotidiano… Me parece que
cuando hacemos cine tratamos de representar lo
real, lo cotidiano, de la manera más fiel posible.
Desde hace ya un buen tiempo intentamos hacerlo
y poco a poco la gran elipsis del amor fue cada vez
menos elíptica, empezamos a ver actores besarse,
después darse verdaderos besos de lengua, luego
vimos actores en la cama y poco a poco hemos ido
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