Cinéfilo 16 - Marzo 2014 | Page 21

La revancha del novelista. Yo hice mi primera película más bien tarde, ya tenía 26 años y lo que me impulsó a hacerla, a decir verdad, fueron las ganas de hacerla y nada más. Era como una necesidad, y entre el deseo y la necesidad no sé qué habrá prevalecido. Escribía novelas, por supuesto muy malas, y que nadie publicaba. Entonces me dije: “Ya está, voy a parar, voy a hacer otra cosa”. No sabía si una obra de teatro, o una novela corta, o un guion, era algo medio híbrido entre las tres cosas, hasta que un día dije “Esto tiene que ser una película”. Y me lancé. Si hubiera sabido lo que me esperaba cuando me lancé a la realización de esa película creo que no me hubiera animado. Es cierto que me fue muy complicado pero al mismo tiempo me gustaba mucho esa cosa de la película, de la cámara, de la iluminación, había todo un ambiente, el sonido que en ese momento grababa con cinta magnética, el montaje… No es algo que sacralizo, ahora filmo digitalmente, pero en aquel momento me gustaba esa idea de la materia, de los materiales. Fue incluso una experiencia muy sensual, algo importante para que me dieran ganas de hacer una segunda película. Al aire libre. Por un lado hice películas en las que directamente construía un lugar que era como “otro mundo”, aunque sabiendo perfectamente que por más que uno trate de inventar otro mundo siempre se reproduce la experiencia colectiva. Pero otra pista en mi cine fue partir de la realidad tal como la percibía, como calculo que todo el mundo podría percibirla (cualquiera que haya vivido en el siglo XX podría reconocer lo que le doy como algo real) y dada esta realidad podemos ir hacia otra cosa, podemos trascender lo cotidiano y llevarlo a otra dimensión. Hay veces que busco decorados que tengan algo especial y trato de convertirlos en lugares que provienen de “otra parte”; pero otras tomo decorados muy familiares, sin nada de extraordinario, para tratar de engrandecerlos, llevarlos a otra dimensión, mistificarlos. Como por ejemplo en No hay descanso para los valientes [2003], en la que filmé en locaciones alrededor de mi casa, pero que traté de filmar como John Ford filmaba Monument Valley. El viento, sí, el viento es importante. Pero tan importante como todos los elementos. Hay algo fundamental en mí y es que me construí cinematográficamente en los años noventa, usina de un cine francés que me parecía muy pequeñoburgués, muy parisino. Las historias transcurrían en París pero nunca veíamos París, todo ocurría entre cuatro paredes, en departamentos, eran historias de una banalidad deprimente. Yo quería salir, abrir nuevos horizontes, ir a filmar el campo, filmar en otro lado que no forzosamente tuviera que estar lejos de mi casa. Tenía ganas de romper con ese cine urbano y pequeñoburgués. Lo segundo es mi gusto por el campo. Nací en el campo, soy hijo de campesinos y cultivo un verdadero gusto por la naturaleza. También en el sentido de que la naturaleza hace soñar. Flaubert decía que lo más bello, lo más noble en el arte no es hacer reír o hacer llorar, sino actuar como la naturaleza, es decir hacer soñar. Es una idea que me gusta mucho. Lo tercero es la sensualidad. Ya sea la sensualidad de todos los días, o i