rangonarlo de ninguna manera a Caravaggio o a
Wittgenstein, ambos de Derek Jarman, porque no
se trata del biopic torturado o imaginativo de una
figura central en la pintura de Occidente o de un
filósofo esencial en el pensamiento de Occidente;
los personajes de El desconocido del lago son o
fueron vendedores de frutas, taladores de árboles,
inspectores de policía, o no se sabe jamás qué cosa.
Tampoco a Poison, de Todd Haynes, con su ironía
sensacionalista y su terror científico y su sexualidad carcelaria; y la impronta escritural de Jean
Genet. Y por último, para terminar con este juego
del no es esto o no se trata de aquéllo, pero para
citar un caso paradigmático, el film de Giraudie se
encuentra en las antípodas de Cruising, de William
Friedkin, con su lóbrego retrato de un submundo
aun más sombrío y la desmesura actoral de Al
Pacino, que seguramente, fuera de la ficción, pasó
meses y meses en los bares gay para, finalmente en
la ficción, convencernos de que si se pasa demasiado tiempo en un ambiente, cualquiera sea éste y
cualquier cosa que se esté haciendo ahí, uno termina por formar parte de ese ambiente; y encima
termina por gustarle. Entonces, sin tratados de
ningún tipo ni militancias de cualquier tipo, resulta
bastante fácil enumerar lo que no se debe buscar en
El desconocido del lago, y mucho más sencillo
sugerir lo que no es: ni tesis ni personalidades ni
transformaciones camaleónicas y mucho menos un
new new queer cinema. Pero sí una sencillez casi
apabullante.
En un solo espacio, en sólo diez movimientos, y
con tan sólo unos pocos personajes Guiraudie
construye una estructura fascinante. Claro que ese
espacio queda siempre en el afuera y se encuentra
dividido en, a saber: un lugar donde se estacionan
los autos, un bosque, una playa, un lago. Claro que
los autos pertenecen todos a hombres que son gay
y claro que en el bosque es donde se encuentran
para tener relaciones sexuales o masturbarse
solitariamente o ejercer de voyeur pero también
donde ocurren dos asesinatos. Y claro que la playa
es el lugar de levante pero también donde se forjan
los afectos. Y claro que el lago es el lugar donde se
nada pero también donde ocurre un asesinato que
trastocará un film que comienza plácidamente con
un encuentro despojado de cualquier otra consideración que no sea la de una amistad. Los movimientos, capítulos, entradas, o como se los quiera
llamar, no corresponden exactamente a una
sucesión de días específicos, son la forma de la
repetición del film, comienzan siempre durante el
día con una panorámica del lugar donde se estacionan los autos —más exactamente el lugar donde
un sólo personaje estaciona su auto— y terminan
siempre durante la noche con el plano de un
automóvil desandando un camino nunca visto. No
siempre es así, un día vemos al personaje, el único
al que siempre vemos estacionar su auto, directa