Chubasco en Primavera Nº 8 | Page 35

Número 8, Año 3 Me apoyo pesada y voy escalando el pasillo del colectivo hasta encontrar el asiento. Se vuelcan mis pies, rodillas y muslos sobre un frio plástico arrugado y amarillento. Abro la ventana y apenas puedo acerco a mi nariz un poco del viento sucio de Buenos Aires. Los otros asientos van con- tando; dedos, labios, lenguas, ojos, vientres, se mueven y bailan y gritan y marcan. Estoy quieta. Soy espectadora. Escucho de lejos. Estoy envuelta para adentro, pensando en el chubasco que des- cubre la primavera; en el poema que leí ayer, en la muerte, en mi padre. Ya no tengo voz ni palabras. Estuve esperando toda la tarde para cerrar los ojos sin pensar; sin pensarte, sin pensar en tu cumpleaños, en un regalo, esas pavadas. Estuve toda la tarde cultivando entre versos un poema que hablaba de vos. Pero no lo pude ter- minar. Una molestia recurrente florecía entre mis pechos. Una flecha punzante, latente, que multiplicaba tu nombre una y otra vez y no podía dejar de escucharla porque esta- ba ahí clavada, profunda. eguntas? Poesía... es el chubasco