todos. Escribo sobre el feminismo porque
mataron a una piba, escribo sobre la discri-
minación porque agarraron senegaleses en
la calle, ya sé, yo ya estoy, estás masturbando
valores que ya tenemos. Y estamos acá en un
centro cultural, todos estamos pensando más
o menos lo mismo, nunca vi un macrista en
un centro cultural, entonces, cómo me venís
a contar esto que yo ya lo sé. A mí me gusta
que las cosas me sorprendan, que la poesía,
que no sabés que va a pasar en el verso que
viene, cómo lo va a decir. Me gusta de la filo-
sofía eso, que te enseña a dudar, a dudar de
lo obvio.
Claro, imagínate ir a leer haikus a un evento
de poesía. Se te va. No lo cachas. No se disfru-
ta. Entonces los textos largos terminan sien-
do mejores para el slam porque vas haciendo
entrar al lector.
A: Generás el clima, ¿no?
Hay un clima, y entonces ahí la escena termi-
na influenciando el texto. No sé. No es algo
que estoy pensando tanto sino que me inte-
resa más escribir en sí y que el formato sea
la página en Internet, o digamos la red so-
cial-posteo, o el libro si ocurre. Porque tam-
bién se está mudando ese formato. Es muy
flashero esto porque también está cambian-
do.
J: ¡Hoy ya hablamos como cinco veces del
slam! Siento que hay mucha literatura in-
fluenciada por el slam. Lo que yo le reco-
nozco es que modificó la escena de la lec-
tura clásica, que es el chabón sentado.
J: Sí, yo he escuchado desde “El libro nunca
jamás va a cambiar ni la literatura una piz-
ca”, hasta “Ya no existe MÁS la literatura”.
Yo cuando voy a leer me siento, porque me
parece que estoy incómodo parado y apar-
te los de stand up le pusieron stand up a su
género. Tienen tantas ganas de estar parados
que hasta le pusieron a su género stand up.
Como si la poesía se llamara “Sentada” en
vez de poesía. Pero bueno, ellos giraron algo.
Entonces fue un shock, me parece que hay
que seguir pensando qué hacer con la poesía
cuando se la pone en escena. Hay que seguir
experimentando con eso para que pase algo.
Hace poco vi a Blatt que hacía algo que se
llamaba ritmo y saliva, que leía él y mientras,
bailaban otros del combinado argentino de
danzas. Algo estaban haciendo, no leía sen-
tado o parado. Para mí hay mucho que expe-
rimentar ahí si se quiere sacar a la poesía del
texto que es donde funciona perfecto.
A: Cambiando un poco de tema, el próxi-
mo número de nuestra revista, tiene como
consigna “El Olvido”. Queríamos saber qué
te hace pensar el olvido, o cómo vivís el ol-
vido, qué te genera.
Más que nada me divertiría hablar a favor del
olvido, ¿no? En nuestro país hablar en contra
de la memoria es muy fuerte, por todo lo que
pasó, la lucha por los derechos humanos es
importante. Pero el olvido tiene una funcio-
nalidad clave para vivir, no se podría vivir
si no se olvida. O sea, no te olvides que la
memoria es el soporte del rencor. Si vos no
recordaras nunca no existiría el rencor. En-
tonces poder olvidar es fundamental. “Funes,
el memorioso” de Borges lo hace clarísimo.
Si no olvidás no podés pensar. ¿Cómo hago
yo para comparar cosas que son distintas si
no me olvido de sus diferencias?. Y aliviana.
Siento que el olvido aliviana la vida, como la
J: En el paso a la oralidad es quizás donde
está la cuestión de esto.
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