Chubasco en Primavera Nº 11 | Page 17

mente con recuerdos lúcidos y claros. Sus padres comenzaron a tener dispu- tas que ella no lograba entender. Con ya diez años, ambos decidieron que la separación era necesaria y le hicieron decidir con quién iba a vivir. Una solita- ria y angustiante cuerda sonó por todo el desierto con un tono tan grave que amenazaba con opacar el sonido de las demás. Esta cuerda seguiría vibrando como una memoria clara hasta el día de su muerte. Se decidió por su madre, prometiendo a su padre los fines de semana. El hundimiento emocional de alguien se nota en mayor medida cuando no hay una convivencia constante con tal persona, eso lo fue aprendiendo con el tiempo. Su padre se dejó crecer la barba y perdió el trabajo por ausentarse en exceso. Cada vez que ella llegaba él estaba durmiendo y la recibía con los ojos partidos. Siempre olía a alcohol y trataba de sacarle información sobre su ma- dre. Un día le contó que ella se estaba viendo con otro hombre, un tal Horacio, y lo vio llorar por vez primera. Un vestido rosa y una mochila rosa. Tocó el timbre durante quince minutos solo para encontrarse con que la puerta estaba abierta con las llaves puestas del lado de adentro. Ya entrando a la sala el olor a putrefacción y a orina la recibió. El cuerpo de su padre estaba sentado contra la pared con un largo y profundo oscurecimiento en la entrepierna, y su color de piel escapaba completamente de lo humano a un pálido sucio que se le pegaba contra los huesos. Una soga tensada en un perchero lo sostenía del cuello a ligeros centímetros del suelo, con solo los pies apoyados y las piernas levitando. Algunas moscas vibraban en el aire sorprendidas. Una de las infinitas cuerdas se tensó con fuerza y llenó el espacio desértico de su mente con un oscilante tono agudo, y luego se cortó sonoramente. El ser encargado de las memorias negó con pesar mientras que sentía el desmayo de la niña. Había nacido el olvido como forma de defensa. 17