Chubasco en Primavera Nº 11 | Page 11

tiempo había hecho mella en nuestros cuer- pos. Saqué de mi bolso una botella de ron y le ofrecí un par de tragos. Él me sonrió y me dijo que le daba las gracias a la vida de que todavía existiera alguien cercano a la familia a quien le gustara el ron. A él le fascinaba el ron, deliraba con el aroma de la melaza y las ráfagas de la dulzura que embriagaba todos sus sentidos. Después de varios tragos pro- nunció las siguientes palabras que mancilla- ron mi memoria hasta el día de hoy: que el viejo lo leyera. Ella había pensado que ese mensaje era como un abono que le ayu- daría a preservar lo poco que le quedaba en ese terreno devastado en que se había con- vertido su memoria. El mensaje decía: Ayer vino a visitarte tu hija y te trajo un poco de ron para que saborearas un trago de tu pasado. Cuídate mucho. Te quiero. – ¿Sabe que yo tenía una hija que le gustaba mucho el ron? – Sí, yo conozco a su hija y ella me ha conta- do mucho sobre usted y sobre su gusto por el ron. Por eso estoy aquí con usted compar- tiendo esta botella ron para que sienta el sa- bor dulce de la vida y no sienta tan solo – dije mirándolo a los ojos y sintiendo un poco de dolor de ver como el olvido lo tenía encade- nado a esta casa. Al llegar al quinto trago, se quedó dormido y le quité el vaso de la mano. Le peiné sus ca- nas rebeldes y le di un beso en la frente. Al día siguiente, la señora que lo cuidaba en- contró un mensaje escrito con pintura labial en el espejo que se encontraba en la sala y le preguntó al viejo porqué él había escrito ese mensaje tan extraño. Él respondió que no había escrito nada y no se acordaba nada de lo que había pasado ayer, solo se acordaba de haber bebido un poco de ron en compañía de una mujer con per- fume de melaza y con cabellos de color azucarado. La señora estaba a punto de borrar el mensaje, pero algo dentro de ella le hizo hacer lo contrario y dejó el mensaje escrito en el espejo por varios meses para 11