Nota editorial
¿Qué es aquello que llamamos “Duelo”?
Podemos empezar a pensar el Duelo parándonos propiamente desde su palabra de origen:
Dolus, la cual significa Dolor en latín. En la antigüedad el concepto de duelo estaba asociado
al sufrir y al penar, y para eso podes retrotraernos a la época del héroe de Sumeria Gilga-
mesh el Poema de Gilgamesh es la epopeya cronológicamente más antigua de la historia del
mundo-. El mito presenta a Gilgamesh haciendo sobrehumanos esfuerzos en búsqueda de
su amado amigo muerto, Enkidu. En dicho mito, Gilgamesh desciende voluntariamente a los
infiernos, con el trágico destino de no poder recuperar a su amigo.
Dice Sócrates a Simmias y Cebes en Fedón (...) “Muchos hombres, por haber perdido a sus
amigos, sus mujeres y sus hijos, han descendido voluntariamente a los infiernos conduci-
dos por la sola esperanza de volver a ver a los que habían perdido y vivir con ellos” (...). La
pregunta que podemos hacernos es, ¿es posible recuperar a quien se fue? La respuesta, sin
embargo, salta a simple vista: NO. En general, el duelo es la reacción frente a la pérdida de
un ser amado, un animal, o de una figura que ocupe ese sitio (la patria, la libertad, un ideal,
etc.) y dicha reacción, la mayoría de las veces tiende a presentase ante nosotros como un
gran sufrimiento con una considerable carga de angustia. Pero, ¿todos los duelos son iguales?
Nuevamente la respuesta es negativa. Sin embargo hay un factor que encontramos en común
en todos los duelos y es que la persona que duela, tiene que quitar todos sus lazos libidinales
y bien se sabe que el sujeto tiende a oponerse a ello. En esta etapa, el sujeto pierde el interés
por el mundo exterior por completo. Aparecen los desganos, la falta de apetito, de sueño y
las ganas de salir. Sustrae la libido de todo objeto que no remita al objeto perdido. Si esto no
ocurriera y se retuviera imaginariamente dicha pérdida, se correría el riesgo de tornar el due-
lo a una etapa patológica. Lo esperable es que esto no ocurra, que el retorno a la normaliza-
ción se demore pero que finalmente el sujeto pueda rehacer su vida, sin embargo sabemos
que no todos los sujetos son iguales, ¿verdad?.
Desde el psicoanálisis, Freud ubicaba que lo importante del duelo no es “a quien pierde el
sujeto” sino, “que pierde de él”. Cuando nos dejan, una pequeña parte de nosotros se va en
él, dejando un agujero en el psiquismo. Es en este punto que ubicamos la singularidad del
duelo y lo importante que es para el sujeto que pueda reconstruir lo que queda dañado. El
sujeto, en el duelo por la muerte de persona querida, es asediado por lo traumático, es decir,
queda vaciado de significantes (todas aquellas palabras que dan sentido) para enfrentar el
agujero que dicha muerte deja. Decimos también que de cómo se signifique un duelo depen-
derá tanto el ahora en el sujeto y en su entorno, como el porvenir del mismo y su descen-
dencia.Entonces se puede plantear que para que se produzca la función subjetivante en el
duelo es preciso que haya otro que sancione y legitime dicha separación con los medios que
dispone, por ejemplo: a través de un certificado de defunción o encontrando argumentos
cuando una persona nos deja, etc. Esto le permite al sujeto transitar los tiempos del duelo,
permitiéndose los amarres y separaciones necesarios, para que en intimo, éste pueda inscri-
birse de otra manera. De este modo, la persona que duela no va a ser nunca el mismo antes
y después de la subjetivación del duelo.