Llegué a las cuatro pm y tenía pensado acabar para las siete pm yo suponía que tres horas serían más que suficientes para conseguir una buena pesca, lo que no sabía ni me imaginaba era la velocidad que adquiere el tiempo cuando te diviertes. Una vez que al fin escogí un lugar para lanzar el anzuelo, tardé unos quince minutos en preparar las cañas, pero habiendo terminado, me apresuré a probar mi suerte en la orilla de la presa, repentinamente, un ventarrón llegó al lugar.
El viento era fuerte, demasiado, hacia que volviera en mis pasos. Este viento seguramente asustaría a los peces y me impedía lanzar el sedal lejos. Mientras todos estos factores me acercaban cada vez más a perder la cabeza decidí sentarme a comerme un pan dulce, el viento lo tiró de mi mano, esa fue la gota que derramó el vaso, estaba harto. Mientras hacía mi berrinche de proporciones épicas, olvidé que el pan estaba ahí y lo pisé, lo que me hizo caer al agua; Lo demás es algo que quisiera olvidar. Estuve un buen rato esperando a secarme el viento lo hizo más fácil pero el viento se sentía gélido y esa es la historia de cómo un viento arruinó mi viaje de pesca y me puso a dormir con los peces.