Cuando llegué al lugar estaba confundido, era un lugar oscuro y no había nadie, empecé a llamar a mi amigo, pero nadie contestaba, estuve así cinco minutos cuando de repente sentí que alguien me agarró del brazo bruscamente y me pusieron una bolsa en la cabeza, empecé a gritar desesperadamente porque me estaba asfixiando, pero de tanto moverme golpee algo y solo recuerdo que la persona se separó de mí. Me eché a correr mientras que escuchaba gritos diciendo: ¡Adrián no corras! Pero obviamente me hacían correr más rápido.
Cuando llegué a casa decidí no contarle nada a mi padre, pensé que si le contaba me iba a regañar horrible. Subí a mi cuarto y me puse a reflexionar de lo imbécil que había sido al pensar que era seguro conocer en persona a alguien del que no conozco intenciones. De repente escuché que me llego un mensaje en la computadora, era de él, su último mensaje fue: “¿Por qué huiste?, pensé que en verdad éramos amigos. Tal vez en otra ocasión nos volvamos a encontrar”.