CHICAS DE ALAMBRE LAS-CHICAS-DE-ALAMBRE | Page 87

Media hora después de mi llegada, y mientras la gente salía en manada para ver el lugar o darse el primer baño, yo seguía en mi habitación del hotel, el Sonesta, que no está precisamente en Palm Beach, sino en pleno centro de Oranjestad. El detalle diferencial es que tiene una isla propia, a la que se llega en canoa desde el mismísimo corazón del hotel, junto a la recepción. Me habría gustado ir a la Sonesta Island, pero, por un lado, después de las seis de la tarde ya estaba cerrada, y, por el otro, tenía demasiada curiosidad para empezar a buscar a Noraima pese a que anochecía. Según la guía telefónica de Araba, había 19 Briezen. No eran muchos, pero tampoco eran los dos o tres que yo esperaba. Alquilando un coche y buscándolos uno por uno, tardaría dos o tres días, tal vez cuatro. La otra opción, llamarlos por teléfono, era más plausible; pero si preguntaba por Noraima y colgaba al decirme alguien que sí... temía alertarla, aunque no estaba muy seguro de qué. Traté de averiguar si el segundo nombre que aparecía detrás de Briezen era precisamente eso, nombre, o más bien apellido. No llegué a ninguna conclusión cierta. Parecían nombres: Alexander, Benedicto, Casimiro, Dominico, Edison, Erwin, Esteban... aunque en algunos, detrás, aparecía escrita una inicial. Y no había ninguna Noraima, así como tampoco ninguna de esas iniciales era una N. Mire el mapa de la isla. Había dos faros. Uno al sureste, cerca de un pueblecito llamado Seroe Colorado y bautizado como el pueblo, y otro en el extremo noroeste, de nombre California. A la derecha de este último no había nada. A su izquierda vi un pequeño grupo de casas, pueblo o lo que fuera, llamado Malmok. Después de Malmok, la carretera bajaba directamente hacia Palm Bach. Según la carta de Noraima a Vania, «el faro casi podía tocarse con la mano», así que... También decía que se podía ver la playa desde la habitación. Cerca del faro de Seroe Colorado había dos playas, una al norte y otra al sur. Cerca del faro de California, una; es decir, una que a su vez era el comienzo de Palm Beach, la zona turística. No podía ponerme a buscar la casa de noche, por lo cual decidí no precipitarme ni ponerme nervioso. Bajé a recepción, pedí una guía de calles de la isla y subí con ella arriba. Pasé la siguiente media hora ubicando a mis 19 Briezen en las distintas partes y calles. En Seroe Colorado había nada menos que cinco, pero sólo uno en el extremo cercano al faro. En Malmok, otro. Marqué el número del primero. Se puso una voz de hombre al otro lado. —¿Noraima? —pregunté cauteloso. Me lo dijo en papiamento, porque no me enteré de nada, salvo de que allí no había ninguna Noraima. Llamé al segundo número, el de Malmok. Nadie contestó. Acabé cenando en el restaurante del hotel, «pasando» de llamar a los otros cuatro de Seroe Colorado. De día y en coche haría una inspección visual. Después de la cena paseé por Oranjestad a pie, me metí en un casino sólo por ver el ambiente, me largué rápido después de haberlo visto, y me fui a la cama temprano. Dormí como los dioses. Por la mañana también me levanté temprano. Nada de llamar por teléfono. Desayuné y 87