Y supe que me iba a costar mucho meter a Tomás Fernández en mi reportaje sin decir
exactamente lo que era.
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Nando Iturralde había comenzado a cantar, como la mayoría, en la adolescencia,
influenciado por gentes como Bruce Springsteen. Primero estuvo en algunos grupos de
Bilbao, tocando la guitarra, hasta que formó el suyo propio, Kaos-Tia, y se erigió en
cantante y líder absoluto del mismo. Aguantaron siete años, yendo de menos a más, y lo
dejaron en pleno éxito, con un potente doble en directo que llegó al número uno de los
rankings de ventas. Demasiado para volver atrás o seguir con la banda. El siguiente paso
fue un cambio de imagen, de estilo, y emerger al cabo de un año como solista. De su
primer álbum en esa nueva etapa vendió más de medio millón de copias, que se dice
pronto. Eso fue a los veintisiete o veintiocho años. Dos años y medio después lanzó su
segundo trabajo en solitario, Caliente, y a raíz de una gala benéfica en televisión conoció
a Vania, que por entonces tenía veinte, diez menos que él. Durante cinco meses habían
salido en todas las revistas de cotilleo, habían sido pasto de los depredadores de noticias,
habían dado pábulo a mil especulaciones.
Y tal y como empezó, lo suyo ter