CHICAS DE ALAMBRE LAS-CHICAS-DE-ALAMBRE | Page 12

que hubiera gran cosa en ese piso. Conserve un par de cajas con fotografías familiares que guardé, y el resto lo di para la beneficencia, aunque como ya le digo, no era mucho. Su ropa, sus objetos más personales, se los llevó con ella. —Sin embargo, si pagó el alquiler del piso, es que pensaba volver. —Cierto. —¿Por eso piensa usted que está muerta? —¿Qué otra cosa si no? —Puede estar en cualquier parte, lejos de todo. —¿Y la fama? —lo dijo como si eso fuera terminante—. Vanessa se hizo famosa. Era famosa. A veces las estrellas, del tipo que sean, se cansan de su fama; pero tarde o temprano todas vuelven a ella. —Algunas no. Recuerde a Greta Garbo. —Oh, sí, bueno... Casos aislados. —Pudo serlo ella. Notó que estaba de parte de Vania. Lo vio en mis ojos. Eso la relajó un poco más. A veces, por debajo de su costra, asomaba la humanidad de una mujer hablando de su única sobrina, la inesperada top model producto de una locura de su madre. —Pienso que si Vanessa hubiera muerto, se habría sabido, y a usted se lo habrían notificado —insistí. —Yo pienso que si viviera, diez años es mucho tiempo para no ponerse en contacto con su única familia. Estábamos empatados. Y no sólo eso: mi primera y mejor pista para saber la verdad no había dado resultado. La pregunta era: si Vania aún vivía, ¿quién podía saberlo? IV Estaba empezando a llover cuando aparqué el coche a menos de veinte metros del edificio donde Carlos Sanromán aún tenía su estudio de fotografía. Hacía veintidós años que allí mismo, una adolescente Vanessa Molins Cadafalch comenzó a transformarse en Vania, la top model. Una portera de las de antes, rolliza y majestuosa, me preguntó cuál era mi destino, aunque por mi aspecto ya sabía más o menos que iba al estudio fotográfico. Se lo confirmé y eso fue todo. El ascensor me dejó en el ático. Sabía que muchas de las personas a las que quería entrevistar no aportarían nada o casi nada a la historia, y mucho menos me darían una idea del posible paradero de Vania. Pero eran necesarias para el reportaje, indistintamente de que al final localizara mi objetivo. El tiempo siempre suele dar una perspectiva distinta de las cosas, hace que los involucrados se calmen y, al girar la vista atrás, son incluso más libres, ecuánimes. El fotógrafo que le hizo aquella primera gran sesión y las fotos que le abrieron camino, el noviete de los dieciséis años, su padre... todos eran ingredientes superfluos en la parte final de la historia, la desaparición de Vania, pero esenciales en un reportaje que hablara de ella desde el punto de vista de su vida, su carrera, su persona. Y de todas formas... quién sabe. Si no fuera optimista no me dedicaría a esto. Sería entrenador de fútbol. 12