todos los mundos complementarios que se entrelazaban y finalmente alcanzar el
mundo de los dioses, en donde con señales e indicios que debía interpretar,
lograba volverse uno con la vida. Su espíritu viajaba a luz máxima donde dejaba
de ser el espíritu de Sasha y se convertía en la esencia misma de la vida. Se
unificaba con todo, y era parte del río que tanto disfrutaba, del canto de las ranas,
de la orquesta matutina de los pájaros, de su madre, de su pueblo y de todo lo que
conocía y lo que desconocía. Sin embargo sus obligaciones en su plano físico
siempre lo sacaban de su profundo sueño para que pudiera tomar decisiones.
Sin embargo la vez que más confundido estaba no pudo concentrarse y volverse
uno con el mundo. Los nervios no lo dejaban centrarse ni pensar, ni tampoco
relajarse y dejarse llevar. Después de pasar un tiempo intentando aclarar sus
pensamientos sin ayuda de la visión, decidió que lo mejor sería huir de su aldea
antes que el concurso diera inicio. Quería escapar y vivir solo sin vergüenzas que
lo persiguieran.
Así pues, muy avanzada la noche saltó de su hamaca que consistía en una
gigantesca hoja que se había marchitado y caído, y luego había sido rociada con
el líquido de la unión, y desde ahí había estado disponible para Sasha. El
muchacho saltó sin hacer un solo ruido, (este era otro de los dones que tenía para
ser el Tayelé de la tribu, que se caracterizaba por ser silencioso para no atraer
enemigos), y se marchó hacia lo más alto de la montaña. Hacia frio pero Sasha no
lo percibía, estaba demasiado atento a su escape. Llegó a su destino cuando el
sol estaba saliendo, rasgando el suelo que parecía con la tenue luz del sol solo
polvo insignificante. Cuando llegó intentó establecerse pero la fatiga la obligó a
dormir.
Despertó horas después con un olor muy penetrante cerca de él. Se incorporó
suavemente y sin hacer ningún movimiento brusco miró cómo se paraba frente a
él una pantera negra de un tamaño inimaginable, que exhalaba grandes
bocanadas de aire oloroso y fétido. Sasha la contempló con maravilla, era
simplemente hermosa. Tenía un pelaje liso negro que atraía la mirada de Sasha,
quien parecía hipnotizado. El animal gruñía mientras que Sasha se acercaba a él
sin ningún reparo. La pantera se sentó con majestuosidad al igual que Sasha.
Sasha contemplaba los ojos dorados de la pantera que se dividían
espectacularmente como formando montañas de ornamentos dorados que se
reflejaban en sus ojos. El sin darse cuenta empezó a recitar el nombre en Restip
(idioma de la tribu del silencio) de la pantera; decía “Amiscualaya”. Repitió una y
otra vez, “Amiscualaya, Amiscualaya”. Por el otro lado, la pantera comenzó a
dejarse llevar y a susurrar un sonido que parecía decir “Sasha, Sasha, Sasha”.
Ambos cerraron sus ojos. Sasha sus ovalados ojos negros que transmitan paz, y
la pantera sus explosivos ojos dorados que mostraban fuerza y decisión. Luego de
algún tiempo, que para Sasha fue como una corta fracción de segundos, abrieron
los ojos al tiempo, pero Sasha ya no veía a la pantera veía a un muchacho
atlético, que lo miraba, y que después caía como dormido. ¡Era él!, estaba
viéndose a sí mismo. Se asustó y salió corriendo con una velocidad y una
sensación de poder que no había experimentado antes. Llego al río y vio el reflejo
de unos ojos dorados en el agua. Se había convertido en la pantera. Buscó las
ranas que cantaran pero todas habían huido por temor a ser aplastadas por una
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