C(h)arácter Vol 1 March-April 2013 | Page 41

cuerpo que más le duele o en la que más siente las supuesta personas caminando dentro de usted?”. Le dije que la mano, así que me la levantó y me la puso en una clase de tabla negra. Más tarde el médico terminó de escanearla y miró los resultados. Miré al médico por un segundo y le noté una expresión de asombro y miedo en la cara. Empecé a sospechar que yo tenía la razón de que sí había personas diminutas viviendo dentro de mí, pero aún no era seguro. Esperé unos minutos y el médico vino hacia mí con un gesto serio en la cara. Estaba nervioso y me dije: “¿cuál será el resultado?” Unos minutos antes que el médico me dijera los resultados de la prueba de rayos-X, tuve una visión que trataba sobre el resultado de la prueba. Yo vi en mi visión al médico contándome que unas personas diminutas abundaban en mi cuerpo. Jamás en mi vida había tenido una visión así. Aun así, la visión también me mostró a una persona diminuta, saliendo por mi ojo y saltando hacia el doctor. Cuando el objeto saltó y tocó al médico, este desapareció. Así mismo, yo seguía nervioso esperando los resultados del médico. Un minuto más tarde, el médico me dijo que yo tenía la razón y que sí habían personas diminutas en mi cuerpo y especialmente en mi mano derecha. Un segundo después, le pregunté al médico si eso era peligroso o si me podía matar. Resulta que el médico detectó que esas personas que yo sentía, abundaban en mi cuerpo desde hace 24 años y hasta ahora comenzaron a desarrollarse y a hacer cualquier tipo de actividad dentro de mí. Siete segundos más tarde, una clase de objeto se desplazó por mi mano, subió por mi brazo y luego el cuello, y después salió por mi ojo. Este objeto no era nada más que una persona diminuta que saltó sobre el médico y lo hizo desaparecer. Comencé a gritar y me levanté de la camilla en la que estaba. Cuando me levanté, la persona diminuta saltó e intentó meterse de nuevo en mi cuerpo por medio de mi ojo. Reaccioné y puse mis manos sobre mi ojo y la atrapé. Pensándolo bien no era tan diminuta como creí. Tenía mi mano cerrada. “No se vaya a mover o intentar escapar”- le decía a la persona diminuta. Comencé a pensar si ella me podía hablar o escuchar. Empecé a abrir mi mano poco a poco, y la personita, cuando abrí mi mano por completo, parecía muerta. Le susurré: “oiga, levántese, levántese”. La persona se paró y me dijo: “¿por qué me agarró, ¿por qué no me dejó volver a mi hogar? Increíblemente la pude oír. Su nombre era Luis, quedé impresionado y comencé a preguntar bastantes cosas. Principalmente le pregunté por qué vivían en mi cuerpo y desde hace cuánto. Yo estaba muy imperativo, así que Luis se dio cuenta de que iba a comenzar a preguntar cosas como loco. 41