6
Ciencias
El aparato respiratorio
Es un conjunto de órganos encargado de absorber oxígeno del aire y expulsar el dióxido de
carbono. El oxígeno lo utilizan nuestras células para asimilar otros nutrientes; en ese proceso,
generan dióxido de carbono que hay que sacar al exterior. Respirar aire es necesario para
mantenernos vivos. Todos los seres humanos lo hacemos, sin pensar.
Los pulmones son dos grandes órganos (los más grandes dentro de nuestro
cuerpo) que trabajan con el aparato respiratorio para inspirar aire fresco,
exhalar aire viciado, y hablar. Se ubican en el tórax y ocupan casi todo el
espacio disponible. El izquierdo es levemente más pequeño, para dejar lugar
para el corazón. Los protegen la caja torácica, un conjunto de 12 pares de
costillas que rodean a los pulmones y se conectan a la columna, y el diafragma, un músculo debajo de ellos en forma de bóveda, que ayuda en las funciones de inspirar y espirar. Los pulmones no pueden verse pero sí sentirse: es
lo que hace el médico cuando te ausculta.
Por afuera son rosados y esponjosos, pero su interior es una gran “máquina”.
A cada pulmón llega un bronquio primario, un conducto que sale de la tráquea,
que se va ramificando en otros conductos o bronquios, como si fueran las
ramas de un árbol, hasta los bronquiolos, los más finos. Son del grosor de un
cabello y cada pulmón tiene alrededor de 30.000. Al final de cada bronquiolo
se encuentra un área ocupada por pequeñas bolsitas de aire, los alvéolos; hay
unos 600 millones de alvéolos en los pulmones. Los alvéolos están recubiertos
por una red de vasos sanguíneos muy finos llamados capilares.
¿Cómo funciona?
La respiración ocurre sin que seamos conscientes de ello: cuando
inspiramos, el diafragma se contrae y aplana para dar más lugar a
los pulmones, igual que los músculos de las costillas. Inhalás aire por
tu nariz y boca, baja por la tráquea, mientras los cilios -unos pelitos- lo limpian de mucosidades y suciedad; de la tráquea pasa a los
bronquios, y se ramifica hasta llegar a los alvéolos, esas pequeñísimas
bolsitas, que se llenan de aire fresco. Los alvéolos son los que dejan
pasar el oxígeno al cuerpo: el oxígeno atraviesa sus paredes y entra a
los capilares que les rodean, y es transportado por los glóbulos rojos
hasta el corazón, que distribuye la sangre oxigenada a todas las células del organismo.
La exhalación es el proceso inverso. Las células usan el oxígeno y desechan el dióxido de carbono, que es transportado por la sangre en sentido
inverso, llega a los capilares, pasa a los alvéolos y de allí a los bronquiolos,
bronquios, etc. Mientras esto ocurre, a nivel del tórax el diafragma y los
músculos intercostales se relajan y vuelven a ocupar su espacio, obligando
a los pulmones a expulsar el aire cargado del desecho de nuestras células.
En su recorrido por el cuerpo, el aire va ganando temperatura, y por eso
está un poco más caliente al salir que al entrar. Las membranas pleurales
cubren completamente a los pulmones y están separadas por un líquido que
les permite moverse con facilidad hacia arriba y hacia abajo cada vez que
respiramos.