CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 83

—¡No, no! —dijo el señor Wonka—. ¡Ahora no! ¡Casi hemos llegado! ¡No estropee mi sombrero! Un momento más tarde se oyó un chirrido de frenos y el ascensor empezó a aminorar la marcha. Luego se detuvo completamente. —¡Vaya viajecito! —dijo el señor Tevé, secándose el sudor de la frente con un pañuelo. —¡Nunca más! —jadeó la señora Tevé. Y entonces se abrieron las puertas del ascensor y el señor Wonka dijo: —¡Un momento! ¡Escuchadme todos! Quiero que todo el mundo tenga mucho cuidado en esta habitación. Hay aquí aparatos muy peligrosos y nadie debe tocarlos. 26 La Sala del Chocolate de Televisión La familia Tevé, junto con Charlie y el abuelo Joe, salieron del ascensor a una habitación tan cegadoramente brillante y tan cegadoramente blanca que fruncieron sus ojos de dolor y dejaron de caminar. El señor Wonka les entregó un par de gafas negras a cada uno y dijo: —¡Poneos esto, de prisa! ¡Y no os las quitéis aquí dentro! ¡Esta luz podría cegaros! En cuanto Charlie se hubo puesto las gafas negras, pudo mirar cómodamente alrededor. Lo que vio fue una habitación larga y estrecha. La habitación estaba toda pintada de blanco. Hasta el suelo era blanco, y no había una mota de polvo por ningún sitio. Del techo colgaban unas enormes lámparas que bañaban la habitación con una brillante luz blanco—azulada. La habitación estaba completamente desnuda, excepto a ambos extremos. En uno de estos extremos había una enorme cámara sobre ruedas, y un verdadero ejército de Oompa-Loompas se apiñaba a su alrededor, engrasando sus mecanismos y ajustando sus botones y limpiando su gran lente de cristal. Los Oompa-Loompas estaban vestidos de una manera extraña. Llevaban trajes espaciales de un color rojo brillante —al menos parecían trajes espaciales—, cascos y gafas, y trabajaban en el más completo silencio. Mirándoles, Charlie experimentó una extraña sensación de peligro. Había algo peligroso en todo este asunto, y los Oompa-Loompas lo sabían. Aquí no cantaban ni hablaban entre ellos, y se movían alrededor de la enorme cámara negra lenta y cautelosamente con sus rojos trajes espaciales. En el otro extremo de la habitación, a unos cincuenta pasos de la cámara, un único Oompa-Loompa (vistiendo también un traje espacial) estaba sentado ante una mesa negra mirando la pantalla de un enorme aparato de televisión.