CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 82

se sucedían en las diferentes secciones: Una enorme fuente de la que brotaba una mezcla untuosa de color caramelo... Una alta y escarpada montaña hecha enteramente de turrón, de cuyas laderas un grupo de Oompa-Loompas (atados unos a otros para no caerse) partían grandes trozos con picos y azadas... Una máquina de la que salía una nube de polvo blanco como una tormenta de nieve... Un lago de caramelo caliente del que se elevaba una nube de vapor... Un poblado de Oompa-Loompas, con calles y casitas diminutas, y cientos de niños Oompa Loompas de no más de ocho centímetros de altura jugando en las calles... Y ahora el ascensor empezó a nivelarse otra vez, pero parecía ir más de prisa que nunca, y Charlie podía oír fuera el silbido del viento a medida que el ascensor corría hacia adelante... y torcía hacia un lado... y hacia otro... y subía... y bajaba... y... —¡Voy a ponerme mala! —gritó la señora Tevé, poniéndose verde. —Por favor, no haga eso —dijo el señor Wonka . —¡Intente detenerme! —dijo la señora Tevé. —Entonces será mejor que coja esto —dijo el señor Wonka, y se quitó la magnífica chistera que llevaba en la cabeza y la puso boca abajo frente a la señora Tevé. —¡Haga detener este horrible aparato! —ordenó el señor Tevé. —No puedo hacer eso —dijo el señor Wonka—. No se detendrá hasta que no lleguemos allí. Lo único que espero es que nadie esté utilizando el otro ascensor en este momento. —¿Qué otro ascensor?—chilló la señora Tevé. —El que va en dirección opuesta en el mismo riel que éste —dijo el señor Wonka. —¡Santo cielo! —gritó el señor Tevé—. ¿Quiere usted decir que podemos chocar? —Hasta ahora siempre he tenido suerte —dijo el señor Wonka. —¡Ahora sí que voy a ponerme mala! —gimió la señora Tevé.