CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 66

—¡Se está volviendo azul! —gritó la señora Beauregarde—. ¡Tu nariz se está volviendo azul como un arándano! —¡Tu madre tiene razón! —gritó el señor Beauregarde—. ¡Tu nariz se ha vuelto de color púrpura! —¿Qué quieres decir? —dijo Violet, que seguía masticando. —¡Tus mejillas! —gritó la señora Beauregarde—. ¡También se están volviendo azules! ¡Y tu barbilla! ¡Tu cara entera se está volviendo azul! —¡Escupe ahora mismo el chicle! ——ordenó el Beauregarde. señor Beauregarde. —¡Socorro! ¡Piedad! —chilló la señora Beauregarde—. ¡La niña se está volviendo de color púrpura! ¿Qué te ocurre? —Les dije que aún no lo había perfeccionado — suspiró el señor Wonka, moviendo tristemente la cabeza. —¡Ya lo creo que no lo ha perfeccionado! —gritó la señora Beauregarde—. ¡Mire cómo está ahora la niña! Todo el mundo miraba a Violet. ¡Y qué espectáculo terrible y peculiar! Su cara y sus manos y sus piernas y su cuello; su cuerpo entero, en realidad, así como su melena de cabellos rizados, se habían vuelto de un brillante color púrpura azulado, el color del zumo de arándanos. —Siempre falla cuando llegamos al postre — suspiró el señor Wonka—. Es el pastel de arándanos. Pero algún día lo corregiré, esperen y verán. —¡Violet—gritó la señora Beauregarde—, te estás hinchando! —Me siento mal —dijo Violet. —¡Te estás hinchando! —gritó una vez más la señora Beauregarde. —¡Me siento muy rara! jadeó Violet.