una mano regordeta, cogió la tableta de chicle que estaba en el cajón y se la metió en la boca.
Instantáneamente, sus enormes y bien entrenadas mandíbulas empezaron a masticarlo como un par de
tenazas.
—¡No! —dijo el señor Wonka.
—¡Fabuloso! —gritó Violet—. ¡Es sopa de tomate! ¡Caliente, espesa y deliciosa! ¡Puedo sentir cómo
pasa por mi garganta!
—¡Detente! —dijo el señor Wonka—. ¡El chicle aún no está listo! ¡No está bien!
—¡Claro que está bien! —dijo Violet—. ¡Funciona estupendamente! ¡Vaya, esta sopa está riquísima!
—¡Escúpelo! —dijo el señor Wonka.
—¡Está cambiando! —gritó Violet, masticando y sonriendo al mismo tiempo—. ¡Ya viene el segundo
plato! ¡Es carne asada! ¡Tierna y jugosa! ¡Y qué buen sabor tiene! ¡La patata asada también está
exquisita! ¡Tiene una piel crujiente y está llena de mantequilla derretida!
—¡Qué interesante, Violet! —dijo la señora Beauregarde—. Eres una niña muy lista.
—¡Sigue masticando, chica! —dijo el señor Beauregarde—. ¡No dejes de masticar! ¡Este es un gran día
para los Beauregarde! ¡Nuestra hijita es la primera persona del mundo que prueba una comida de chicle!
Todos miraban a Violet Beauregarde mientras la niña masticaba este extraordinario chicle. El pequeño
Charlie la contemplaba totalmente hipnotizado, viendo cómo sus gruesos labios gomosos se abrían y se
cerraban al masticar. y el abuelo Joe se hallaba a su lado, mirando a la niña boquiabierto. El señor Wonka
se retorcía las manos y decía: —¡No, no, no, no, no! ¡No está listo para comer! ¡No está bien! ¡No debes
hacerlo!
—¡Pastel de arándanos con nata! —gritó Violet— ¡Aquí viene! ¡Oh, es perfecto! ¡Es delicioso! ¡Es... es
exactamente cómo si lo estuviese tragando! ¡Es igual que si estuviese masticando y tragando grandes
cucharadas del pastel de arándanos más exquisito del mundo!
—¡Santo cielo, hija! —chilló de pronto la señor Beauregarde, mirando fijamente a Violet—. ¿Qué le
ocurre a tu nariz?
—¡Oh, cállate, mamá, y déjame terminar!