CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 63

—¡Mirad!—dijo el señor Wonka. La máquina hizo click y el batidor dejó de batir. Y ahora se oyó una especie de sonido de succión, y rápidamente toda la espumosa mezcla de color azul que había en la tinaja fue succionada otra vez dentro del estómago de la máquina. Hubo un momento de silencio. Luego se oyeron unos extraños zumbidos. Luego, silencio otra vez. Entonces, de pronto, la máquina dejó escapar un monstruoso quejido, y en el mismo momento un diminuto cajón (no más grande que los de las máquinas tragaperras) emergió de uno de los costados de la máquina, y en el cajón había algo tan pequeño, tan delgado y gris que todo el mundo pensó que allí había habido un error. La cosa parecía un trocito. de cartón gris. Los niños y sus padres se quedaron mirando la delgada tableta gris que había en el cajón. —¿Quiere decir que eso es todo? —dijo Mike Tevé despreciativamente. —Eso es todo —replicó el señor Wonka, contemplando orgullosamente el resultado—. ¿No sabéis lo que es? Hubo una pausa. Entonces, súbitamente. Violet Beauregarde, la fanática del chicle, dejó escapar un grito de entusiasmo.—¡Por todos los santos, es chicle! —chilló—.¡Es una tableta de chicle! —¡Así es! —gritó el señor Wonka, dándole Violet una palmada en la espalda—. ¡Es una tableta de chicle! ¡Es una tableta del chicle más asombroso, más fabuloso, más sensacional del mundo!