terrible—. ¡Mi querido muchacho, cuánto me alegro de verte! ¡En cantado! ¡Es un placer! ¡Estoy
contentísimo de tenerte con nosotros! ¿Y éstos son tus padres? ¡Qué bien! ¡Pasen! ¡Pasen! ¡Eso es! ¡Pasen
por aquí!
Era evidente que el señor Wonka estaba tan excitado como todos los demás.
—Mi nombre —dijo la niña siguiente— es Veruca Salt.
—¡Mi querida Veruca! ¿Cómo estás? ¡Es un gran placer! Tienes un nombre muy interesante, ¿verdad? Yo
siempre creí que una veruca era una especie de grano que sale en los dedos de las manos. Pero debo estar
equivocado, ¿verdad? ¡Qué guapa estás con ese precioso abrigo de visón! ¡Me alegro tanto de que hayas
podido venir! Dios mío, ¡va a ser un día tan emocionante! ¡Espero que lo disfrutes! ¡Estoy seguro de que
así será! ¡Sé que lo disfrutarás! ¿Tu padre? ¿Cómo está usted, señor Salt? ¿Y la señora Salt? ¡Me alegro
mucho de verles! ¡Sí, el billete está en regla! ¡Pasen, por favor!
Los dos niños siguientes, Violet Beauregarde y Mike Tevé, se adelantaron para que les examinara sus
billetes y luego para que el enérgico señor Wonka les estrechara la mano con tanta fuerza que casi les
arranca el brazo.
Y, por último, una vocecilla nerviosa murmuró: —Charlie Bucket.
—¡Charlie! —gritó el señor Wonka—. ¡Vaya, vaya, vaya! ¡De modo que tú eres Charlie! Tú eres el que
hasta ayer no encontró su billete, ¿no es eso? Sí, sí. Lo he leído todo en los periódicos de la mañana.
¡Justo a tiempo, mi querido muchacho! ¡Me alegro tanto! ¡Estoy tan contento por ti! ¿Y este señor? ¿Es tu
abuelo? ¡Encantado de conocerle, señor! ¡Maravilloso! ¡Fascinado! ¡Muy bien! ¡Excelente! ¿Han entrado
ya todos? ¿Cinco niños? ¡Sí! ¡Bien! Y ahora, ¿queréis seguirme, por favor? ¡Nuestra gira está a punto de
empezar! ¡Pero manteneos juntos! ¡No os separéis del grupo, por favor! ¡No me gustaría perder a ninguno
de vosotros a esta altura de los acontecimientos! ¡Oh, ya lo creo que no!
Charlie miró hacia atrás por encima de su hombro y vio que los grandes portones de hierro se cerraron
lentamente detrás de él. Fuera, la multitud seguía gritando y empujándose. Charlie les dedicó una última
mirada. Luego, cuando los portones se cerraron con un metálico. estruendo, toda perspectiva del mundo
exterior desapareció.
—¡Aquí estamos! —exclamó el señor Wonka, trotando a la cabeza del grupo—. ¡Por esta puerta roja, por
favor! ¡Eso es! ¡Veréis que dentro hace una temperatura muy agradable! ¡Tengo que mantener caliente la
fábrica por los obreros! ¡Mis obreros están acostumbrados a un clima muy cálido! ¡No pueden soportar el