3 El Sr. Wonka y el príncipe indio
—El príncipe Pondicherry le escribió una carta al señor Willy Wonka —dijo el abuelo Joe— y le pidió
que fuese a la India y le construyese un palacio colosal hecho enteramente de chocolate.
—¿Y el señor Wonka lo hizo, abuelo?
—Ya lo creo que sí. ¡Y vaya un palacio! Tenía cien habitaciones, y todo estaba hecho de chocolate
amargo o de chocolate con leche. Los ladrillos eran de chocolate, y el cemento que los unía era de
chocolate, y las ventanas eran de chocolate, y todas las paredes y los techos estaban hechos de chocolate,
y también las alfombras y los cuadros y los muebles y las camas; y cuando abrías los grifos, de ellos salía
chocolate caliente.
Cuando el palacio estuvo terminado, el señor Wonka le dijo al príncipe Pondicherry: «Le advierto que no
durará mucho tiempo, de modo que será mejor que empiece a comérselo ahora mismo.»
«¡Tonterías!», gritó el príncipe, «¡no voy a comerme mi palacio! ¡Ni siquiera pienso mordisquear las
escaleras o lamer las paredes! ¡Voy a vivir en él!»
Pero, por supuesto, el señor Wonka tenía razón, porque poco tiempo después hizo un día muy caluroso
con un sol abrasador, y el palacio entero empezó a derretirse, y luego se fue derrumbando lentamente, y el
pobre príncipe, que en aquel momento estaba durmiendo la siesta en el salón se despertó para encontrarse
nadando en un enorme lago marrón de pegajoso chocolate.
El pequeño Charlie estaba sentado inmóvil al borde de la cama, mirando fijamente a su abuelo. La cara de
Charlie estaba encendida, y sus ojos tan abiertos que era posible ver la parte blanca rodeando enteramente
sus pupilas. —¿Esto es realmente verdad? —preguntó— ¿O me estás tomando el pelo?