CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATES | Page 11

—¡Pero eso es imposible! —dijo el pequeño Charlie, mirando asombrado a su abuelo. —¡Claro que es imposible! —exclamó el abuelo Joe—. ¡Es completamente absurdo! ¡Pero el señor Willy Bonka lo ha conseguido! —¡Exactamente! —asintieron los demás, moviendo afirmativamente la cabeza—. El señor Wonka lo ha conseguido. —Y además —continuó el abuelo Joe, hablando ahora muy lentamente para que Charlie no se perdiese una sola palabra—, el señor Willy Wonka puede hacer caramelos que saben a violetas, y caramelos que cambian de color cada diez segundos a medida que se van chupando, y pequeños dulces ligeros como una pluma que se derriten deliciosamente en el momento en que te los pones entre los labios. Puede hacer chicle que no pierde nunca su sabor, y globos de caramelo que puedes hinchar hasta hacerlos enormes antes de reventarlos con un alfiler y comértelos. Y, con una receta más secreta aun, puede confeccionar hermosos huevos de azulejos con manchas negras, y cuando te pones uno de ellos en la boca, éste se hace cada vez más pequeño hasta que de pronto no queda nada de él excepto un minúsculo pajarillo de azúcar posado en la punta de tu lengua. El abuelo Joe hizo una pausa y se relamió lentamente los labios.—Se me hace la boca agua sólo de pensar en ello—dijo. —A mí también —dijo el pequeño Charlie—. Pero sigue, por favor. Mientras hablaban, el señor y la señora Bucket, el padre y la madre de Charlie, habían entrado silenciosamente en la habitación, y ahora estaban de pie junto a la puerta, escuchando. —Cuéntale a Charlie la historia de aquel loco príncipe indio —dijo la abuela Josephine—. Le gustará oírla. — Te refieres al príncipe Pondicherry? —dijo el abuelo Joe, y se echó a reír. —¡Completamente loco! —dijo el abuelo George. —Pero muy rico —dijo la abuela Georgina. —¿Qué hizo?—preguntó Charlie ansiosamente. —Escucha —dijo el abuelo Joe— y te lo diré.