lejos. Pensaba en mi predecesor, que había muerto de beber y fumar, y deseaba que hubiese sido lo bastante consecuente como para seguir viviendo en lugar de fastidiarme con su muerte. Después de dos días con sus noches me parecía como si hubiese vivido allí un año, y todavía no era ni una hora más viejo, y seguía tan atormentado como siempre por mi juventud. Steerforth no aparecía, haciéndome temer que estaría enfermo, por lo que al tercer día abandoné el Tribunal de Doctores más temprano para tomar el camino de Hyghgate. Mistress Steerforth me recibió con mucha bondad y me dijo que su hijo había ido con un amigo de Oxford a visitar a otro amigo de los dos que vivía cerca de Saint Albans, pero que le esperaban al día siguiente. Le quería tanto, que me sentí celoso de sus amigos de Oxford. Me instó para que me quedara a comer; acepté, y creo que no hablamos más que de él en todo el día. Yo le contaba sus éxitos de Yarmouth, felicitándome de lo buen compañero que había sido para mí. Miss Dartle no escatimó las insinuaciones ni las preguntas misteriosas; pero se tomaba el mayor interés por todos nuestros hechos y gestos, y repetía tan a menudo: «¿ de verdad?»... «¿ es posible?», que me hizo contar todo lo que ella quería saber. No había cambiado nada desde el día en que la conocí; sin embargo, la reunión con aquellas dos señoras me pareció tan agradable, encontré tanta amabilidad en ellas, que vi el momento en que me iba a enamorar un poco de miss Dartle. No pude por menos que pensar muchas veces durante la velada, y sobre todo al volver a casa por la noche, que sería una compañera encantadora para llevarme a Buckinghan Street. Al día siguiente por la mañana estaba a punto de tomar mi café antes de it al Tribunal de Doctores( y puedo observar aquí que estaba pensando lo extraordinaria que era la cantidad de café que mistress Crupp compraba y lo claro que me lo hacía), cuando Steerforth en persona entró, causándome la mayor alegría.-Mi querido Steerforth-exclamé-, empezaba a creer que no iba a volver a verte nunca.-Me arrebataron a la fuerza al día siguiente de mi llegada a casa... Pero dime, Florecilla, ¡ estás instalado aquí como un viejo solterón! Le enseñé toda la casa, sin olvidar la despensa, con cierto orgullo, y no fue parco en alabanzas.- ¿ Sabes lo que te digo, muchacho?-añadió- Que voy a hacer de la tuya mi casa de la ciudad, a menos que me pongas de patitas en la calle. ¡ Qué agradable de oír era aquello! Le dije que si esperaba eso podía esperar hasta el día del Juicio.-Pero vas a tomar algo-añadí, alargando la mano hacia la campanilla-. Mistress Crupp te hará café, y yo te asaré unas tajadas de magro en un hornito de Dutch que tengo aquí.-No, no--dijo Steerforth-; no llames; no puedo, tengo que almorzar con uno de esos muchachos que está en el Ho tel Piazza, en Covent Garden.-Pero ¿ vendrás a comer?-le dije.-Por mi vida que no puedo. No hay nada que pudiera gustarme más; pero estoy comprometido con esos dos muchachos, y mañana por la mañana partimos los tres juntos.-Entonces tráelos también a ellos a comer aquí-repuse-. ¿ Crees que no querrán venir?- ¡ Oh! Ya lo creo que querrán, en cuanto se lo diga-dijo Steerforth-; pero es mejor que vengas tú a comer con nosotros a cualquier parte. No quise consentir en ello de ninguna manera, pues se me había metido en la cabeza que debía celebrar la inauguración de mi casa, y me parecía que no podía encontrar mejor oportunidad. Estaba más orgulloso que nunca de mis habitaciones, después de la