Centrales nucleares: presente y pasado
Analizando la evolución del número de centrales nucleares en el mundo durante las últimas décadas, podemos hacer un análisis del cambio de mentalidad de los países ante este tipo de energía. Incluso, se puede decir que a través del número de centrales nucleares podemos leer los acontecimientos que han marcado estos últimos 60 años.
1º Periodo: la primera central nuclear que se construyó fue en la extinta URSS en 1954, siendo el único país con una central de estas características, hasta que en 1957, Reino Unido construyó dos centrales. En estos primeros años de funcionamiento de las centrales nucleares, los países toman con cautela su implantación, debido en gran medida a la asociación de la energía nuclear con el uso militar que se le dio durante la Segunda Guerra Mundial. Ya en este primer periodo se produjeron accidentes como los de Mayac (Rusia), que produjo la muerte de más de 200 personas, y Windscale (Reino Unido), que contaminó una zona de 500 km², los cuales no salieron a la luz hasta años más tarde, favoreciendo la proliferación de estas centrales.
2º Periodo: se abre una segunda época, donde la crisis del petróleo hizo que muchos países industrializados apostaran por este tipo de tecnología dentro de sus planes de desarrollo energético, los gobiernos vieron en la energía nuclear un sistema de producir energía eléctrica a un coste menor, y que en principio, era menos agresivo para el medio ambiente que otros sistemas. Ello explica que desde el año 1960, donde el total de centrales era de 16 en todo el mundo, se pasara a 416 en 1988. Esto supuso un crecimiento exponencial en esos 28 años, que arroja una media de apertura de 15 centrales al año en todo el mundo. Estos datos se distancian muchos del último periodo.
3º Periodo: hechos como el de Three Mile Island (EE.UU.) en 1979, donde se emitió una gran cantidad de gases radiactivos, y sobre todo del mayor desastre nuclear y medioambiental de la historia, Chernóbil, hizo que la confianza que se le tenía hasta entonces no se recuperara jamás. En el accidente de Chernóbil (Ucrania) el 26 de abril de 1986, se expulsó una cantidad de materiales radiactivos y tóxicos 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945. Causó directamente la muerte de 31 personas y forzó al gobierno de la Unión Soviética a la evacuación de 116.000 personas provocando una alarma internacional al detectarse radiactividad en, al menos, 13 países de Europa central y oriental. Según estudios realizados, se habla de más de 200 000 muertes por cáncer relacionadas con el accidente, y de una zona donde la radiactividad no desaparecerá hasta pasados 300 000 años. Los gobiernos y sobre todo, el pueblo, perdieron gran parte de la confianza depositada en el uso de esta energía, veían en el uso de la energía nuclear un verdadero peligro para su salud, y se abría el debate sobre si su uso es necesario. Los efectos en el número de apertura de centrales no tardaron en llegar, y desde ese año de 1986 ese número fue mucho menor respecto al periodo anterior. A esto se le añade que se endurecieron las medidas de seguridad para las centrales, haciendo que el coste final de la producción eléctrica se multiplicara. Así, desde 1988 a 2011 el número de centrales nuevas es de 27, dando como media de poco más de una central por año. Llamativo es el hecho de que las grandes potencias, salvo Japón, a partir de ese accidente abandonaron la creación de nuevas centrales, o incluso redujeron su número, y solo países de una menor entidad mundial han seguido con la práctica nuclear.