Al finalizar con el recorrido en el Guarapo de Oxapampa, llegó la hora de regresar a Chanchamayo, la distancia entre ellas es aproximadamente 3 horas, aunque no percibimos el tiempo. A 20 minutos de la ciudad se nos reventó la llanta de la movilidad, pero ese tiempo sirvió para disfrutar el sonido de la selva, sus animales, insectos, aves y ríos nos brindaban los sonidos más maravillosos que uno puede escuchar.
El tercer día fuimos a El Cañaveral; sabor a selva, un lugar donde pudimos degustar de mermeladas de frutas, manjar de café, licores exóticos y café. De ahí, nos dirigimos al puente Kimiri, un puente que fue construido por una colonia italiana, con la finalidad de que los agricultores puedan sacar todos sus productos a la carretera central, pero con respecto a esta colonia no se llegó a permanecer hasta la actualidad, como lo hizo Pozuzo y Oxapampa con la colonia austro-alemana.
Dejando de lado las fotos e historias, continuamos con nuestra ruta, nos tocaba ir al distrito de Perené. Durante el transcurso del camino pudimos observar plantaciones de café, mandarinas y mangos. En el pueblo llamado Maranquiari, disfrutamos de cataratas muy hermosas como el velo de la novia y Bayoz, donde pudimos refrescarnos y tomar muchas fotos para el recuerdo, también realizamos el paseo en bote en el rio Perene, fue un paseo muy divertido.
Como ya lo habiamos mencionado, las horas del día pasaban demasiado rápido, pues ya había llegado la hora de ir por unas ricas cecinas, chicharrón de doncella y chaufa de cecina. Terminando el almuerzo y para cerrar el día, visitamos una comunidad Ashaninka, ahí aprendimos mucho de esa cultura y nos gustó compartir con ellos. Después de eso, el día tres llegaba a su final, volvimos al hotel a cenar y a descansar para el último día.
El último día llegó y la ciudad de Villa Rica nos tendría que dar la despedida. Partimos con rumbo a la ciudad, pero la Selva central tiene muchas historias, entre ellas había sobre un puente llamado Peruvian, construido por unos colonos franceses, la historia fue bastante buena, pero eso se lo dejamos para cuando ustedes visiten la selva central.
Conocimos la cascada de el León e ibamos en busca del tesoro de Villa Rica, el café; el circuito lo realizamos en Aneczu;pasión por el café, todo el grupo salió con su bebida, su chocolate de café, artesanía, café y otros.
Ya nos quedaban pocas horas antes de partir, así que fuimos a almorzar en un restaurante cerca de una laguna conocida como El Occonal, donde la cecina y el pollo al cilindro nos esperaban.
Cuando todo parecía haber acabado después del almuerzo, empezaron unos juegos extremos, entre ellas había un juego muy divertido y extremo, en la cual consistía en sujetarse de una cuerda y dejarse columpiar, eso era extremo porque si no te agarrabas bien te podías caer a la laguna, y por supuesto que muchos se bañaron sin querer queriendo, pero la diversión es única y al final tuvimos un paseo de botes , el cual era conducido por nuestras propias manos, lo mejor de esto era que si alcanzabas al bote que salió primero tenías que mojarlo, esta vez todos terminamos muy mojados de una forma u otra. Después de risas y experiencias, llegaba la hora de retornar a Lima.
La Selva central fue la mejor elección que hicimos para pasar un fin de semana largo donde tomamos muchas fotos para nuestros recuerdos de este maravilloso viaje.
Redactores : Adler Hereña / Néstor Jiménez