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Métodos de enseñanza
muchas veces sólo provocan la recordación de datos o las res-
puestas esperadas por el profesor. En este sentido, es importante
remarcar que, utilizadas en forma regular y constante, los alumnos
acaban aprendiendo según la forma en que, luego, suelen ser
evaluados, alimentando las rutinas o la búsqueda de "sacar
ventaja" de lo ya conocido y esperado. Ello deforma el valor que
la evaluación podría tener para la mejora de la educación y la
formación de los estudiantes.
Mirando más allá de las escuelas, en el cambiante y complejo
mundo contemporáneo (y también en el mundo del trabajo) se
tiende hoy a valorar otros atributos, como la capacidad para
resolver problemas y formular un plan de acciones, la
responsabilidad, la autoestima, la honestidad, la iniciativa y la
capacidad para enfrentar los cambios, el respeto a la diversidad, y
la capacidad para trabajar con otros, entre otras disposiciones
relevantes.
Muchas veces estas disposiciones grupales y personales son
formuladas como intenciones eduíjativas en las escuelas y
universidades. Pero, luego, no son efectivamente consideradas al
evaluar.
Partiendo de estos problemas, se ha originado un movimiento
dirigido a reformular la evaluación educativa, conocido como la
evaluación auténtica, a través de dos grandes estrategias:
• Utilizar otras herramientas e instrumentos de evaluación que,
en general, o no son usados o son relegados a un segundo plano.
• Acercar la evaluación al proceso de enseñanza y no sólo a un
momento de cierre final.
Este movimiento sostiene la necesidad de la evaluación au-
téntica, definida como las formas de trabajo que reflejen las si-
tuaciones de la vida real, desafiando a los estudiantes a poner a
prueba aquello que han aprendido (Archibald y Newman, 1988;
Sheppard, 1989; Wiggins, 1989).
Hargreaves, Earl y Ryan (2000, pág. 208 y ss.) sintetizan los
rasgos centrales de las propuestas del movimiento para la
evaluación auténtica. Entre ellos, destacamos:
• La evaluación a través de producciones o demostraciones reales
de aquello que deseamos que los alumnos sepan y puedan
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hacer bien. Por ejemplo, leer e interpretar lo que leen, escribir
manifestando sus ideas y utilizando bien el lenguaje, expresarse
oralmente y sostener un discurso claro y organizado, dar a
conocer su creatividad, mostrar su capacidad de investigación,
resolver problemas, etcétera.
• Proponer en estas evaluaciones procesos mentales más comple-
jos y estimulantes, que la simple respuesta a cuestionarios.
• Incorporar la evaluación de una amplia gama de aprendizajes y
desarrollo de capacidades (expresivos, creativos, prácticos, so-
ciales) y no sólo de la esfera del conocimiento.
• Reconocer y facilitar la existencia de más de un enfoque o res-
puesta en la producción de los alumnos, evitando la solución de
lo homogéneo y estandarizado.
• Prestar especial importancia a las expresiones personales no
pautadas y a los productos reales que desarrollen.
• Utilizar criterios y estándares de evaluación claros, transparentes y
apropiados para esas producciones o demostraciones.
Con estos principios, la evaluación auténtica se basa en cuatro
principales estrategias de evaluación: la evaluación de rendimiento,
los portafolios, los registros personales y los registros de logro.
a) La evaluación de rendimiento supone evaluar a los estudiantes
en el proceso mismo del aprendizaje y en el contexto mismo
de las tareas, sea al poner por escrito sus ideas, conocimientos
y apreciaciones, sea en forma práctica, sea en la interacción y
el trabajo junto con otros estudiantes. Estas producciones
permiten evaluar, además de los aprendizajes cognitivos, el
pensamiento autónomo, la solución de problemas, las
habilidades, el trabajo en equipo, la elaboración de planes de
trabajo, la interpretación, la capacidad comunicativa, entre
otros aprendizajes relevantes, durante el desarrollo de las
actividades. De esta forma, la evaluación no es un momento
distinto de las tareas mismas que tienen que realizar a lo largo
de la enseñanza y forma parte del proceso de aprendizaje. En
otros términos, existe una estrecha relación entre las tareas y
la evaluación misma e innumerables oportunidades de
evaluar el rendimiento personal y grupal en su puesta en
práctica.