Empecemos por quien soy, me llamo Jose Rafael Núñez Díaz y tengo diecisiete años, aunque mi edad poco importa bajo este contexto , sobretodo teniendo en cuenta que este jueves cumplo los diecisiete y que cuando entregue esta carpeta probablemente tenga ya los dieciocho.
Y antes de nada dejad que cuente una breve historia que me impactó cuando la conocí y que creo sirve como buena introducción.
Esta es una anécdota que me contaron hace ya bastantes años, y que aparece por primera vez, al menos que yo sepa, narrada por Salvador de Maradiaga en su libro “España”. Decía tal que así:
Eran los años 30 en Andalucía, por tiempos de la segunda república, cuando en épocas de votación el capataz de un cortijo se acerco a los jornaleros parados de una plaza en un barrio obrero. El cacique repartía dinero entre los jornaleros de rostro cansado, uno o dos duros, dependiendo de la suerte tocaba uno u otro, pero la condición era la misma, debían votar lo mandado. Pero al parecer el sudor y el cansancio hicieron pues, de uno de ellos, hombre de coraje. Ya que sin pudor y con una temible templanza, tomó los duros y se los lanzó con fuerza al capataz, diciendo como si de un grito de guerra se tratase: ¡En mi hambre mando yo!
Y esto, es de lo poco que puede decir el hambriento, por lo menos, que de su hambre y su tu templanza sea dueño. ¿Que se le puede decir al enfermo? ¿Que se le puede decir al esclavo? ¿A un hombre que está en nada? Que sea consciente de su persona, que mantenga su libertad interna como bastión ante la adversidad. Pues la dignidad es el único imperativo al que ni siquiera el hambre se puede sobreponer, el pan en boca puede saciar el apetito pero no ofrecerá sentido a una vida de explotación. Me impresiona mucho este relato, pues es una muestra de verdadera fuerza cuando, en las situaciones más duras, se mantiene el buen temple.
PRIMERA REFLEXIÓN PERFIL PERSONAL