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Ha transcurrido más de una década y Cuba se
encuentra en un profundo proceso de transición socioeconómica pero desde posiciones
y estructuras económicas muy débiles. Bajo
estas circunstancias, pudiera parecer un desatino inmenso introducir en los debates actuales el tema de la relación de los modelos
de desarrollo que estamos promoviendo para
Cuba con el uso de los recursos naturales;
pero las evidencias nos compulsan a análisis
e ideas de mayor alcance, donde los preceptos de “Economía Verde” y otras formas de las
llamadas “Nuevas Economías” también estén
presentes en los diálogos sobre los futuros
de Cuba en que economistas, politólogos, blogueros y sociólogos junto a muchos otros, venimos participando en estos últimos tiempos.
YOCIEL MARRERO BÁEZ Recientemente reconocía la inminente nece-
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EDICIÓNN Y ADAPTACIÓN DEL TEXTO:
GABRIELA ROMÁN GONZÁLEZ
sidad de asumir también dentro de las “Políticas Económicas” recomendadas, aspectos
imprescindibles como los modelos energéti-
cos y el uso de combustibles, la forma de explotación minera para alcanzar esos niveles
de desarrollo a corto plazo, la participación del
suelo y el agua en el renacer de la agricultura
y otros. Tenemos que establecer vínculos entre las siste-matizadas ideas que el profesor
Carmelo Mesa-Lago ha estado compartiendo
por mucho más de diez años, las investigaciones del estado ambiental de Cuba realizadas por expertos cubanos (y los tempranos
análisis de Díaz-Briquets), y complementar
este vínculo con las ideas de notables “economistas verdes” como Herman Daly y Dennis
y Donella Meadows. Esta triangulación (sugerencias de Mesa-Lago, estado ambiental
y economía verde) nos permitiría establecer
las proporciones óptimas de interacción entre
el mercado, la inversión extranjera, el sistema
tributario y las formas de propiedad, con los
patrones de consumo previstos, los procesos
productivos, los comportamientos sociales,
los costos ambientales, las economías locales, la autonomía energética y los mecanismos financieros apropiados.
Existen dos sectores que su avance pleno
será determinante para la economía cubana
en el futuro inmediato: la agricultura y el turismo. Está aún pendiente una investigación
profunda de la interacción de estos sectores
con muy importantes y frágiles ecosistemas
de la isla. Los esclarecedores trabajos de González-Corzo y Nova, tendrán que estar acompañados por análisis de otros especialistas
en cuanto al uso de las aguas superficiales y
subterráneas requerido por la agricultura (y
ganadería) que soñamos, de la explotación y
conservación de los suelos, el mejoramiento
natural de las variedades de semillas, el respeto a la cobertura forestal y las áreas protegidas, etc. De la misma forma, las predicciones y valoraciones para la industria turís¬tica
del profesor Perelló, de Rafael Romeu y otros,
deben interconectarse con estimaciones del
costo ambiental de cada dólar generado por
esta industria, a partir de su presencia activa en los ecosistemas marino-costeros, el
aumento considerable de la pesca en la plataforma insular para abastecer la industria
turística y la generación de grandes volúmenes de desechos sin la adecuada disposición
o tratamiento. Habrá que tener presente para
los pronósticos del comportamiento de estos
sectores los acertados intentos de Joseph
Scarpaci de hacer una clasificación primaria
del consumidor cubano y sus potenciales estándares de consumo durante este periodo
de transformaciones económicas.
Estos temas están empezando a ser abordados en algunas publicaciones digitales y revistas nacionales, así como en diversos fórums,
talleres y encuentros entre actores gubernamentales y de la sociedad civil con científicos
y estudiosos de estos aspectos. Hace unos
meses, ocupado en la idea de explicar lo más
entendible posible a unos colegas del Caribe,
mi propuesta de la forma en que pudiéramos
transitar hacia una economía verde “local,” dibujé el esquema (Figura 1) que les presento
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ECONOMISTAS
Y POLITÓLOGOS,
BLOGUEROS
Y SOCIÓLOGOS:
¿Y QUIÉN HABLA
DE RECURSOS
NATURALES? *
En los momentos más activos de mis acciones prácticas por la protección ambiental de
La Habana y sus aguas, “cayó” en mis manos una publicación del Centro Félix Varela.
Esta publicación, me acercó por primera vez
a la idea de una posible interacción armónica
entre los sistemas económicos-financieros,
productivos, y mercantiles con los sistemas
biológicos, humanos y sociales por una real
protección de los recursos naturales y el ejercicio del desarrollo socioeconómico de nuestra especie sobre bases seguras y duraderas.
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