Canfield Jack - Chocolate Caliente Para El Alma Jun. 2016 | Page 19
La chiquita que ya-no-era-chiquita dejó su casa y
salió al mundo. Al aprender más sobre sí misma,
aprendió más sobre el hombre. Vio que era de veras
grande y fuerte, pues ahora reconocía sus fuerzas. Una
de sus fuerzas era su capacidad para expresar su amor
a la familia. Sin importarle en qué lugar del mundo
estuviera, el hombre la llamaba y le decía: “Te amo,
chiquita”.
Llegó el día en que la chiquita que ya-no-erachiquita recibió una llamada telefónica. El gran
hombre estaba mal. Había tenido un derrame. Quedó
afásico, le explicaron. No podía hablar y no estaban
seguros de que pudiera entender lo que decían. Ya no
podía sonreír, reír, caminar, abrazar, bailar o decirle a
la chiquita que ya-no-era-chiquita que la amaba.
Y entonces fue a ver al gran hombre. Cuando entró
en la habitación y lo vio, parecía pequeño y ya nada
fuerte. Él la miró y trató de hablar pero no pudo.
La chiquita hizo lo único que podía hacer. Se acercó
a la cama junto al gran hombre. Los dos tenían los ojos
llenos de lágrimas y ella rodeó con sus brazos los
hombros inútiles de su padre.
Con la cabeza apoyada en su pecho, pensó en
muchas cosas. Recordó los momentos maravillosos
que habían pasado juntos y cómo se había sentido
siempre protegida y querida por el gran hombre. Sintió
dolor por la pérdida que debía soportar, las palabras de
amor que la habían confortado.