CANDÁS MARINERO REVISTA NUMERO 47 CANDÁS MARINERO | Page 24
APOLOGÍA DEL APODO
Lo reconozco, mía es la culpa y en ella va mi penitencia
y a gala la llevo. Soy “Calandro” de una estirpe que se
pierde en los tiempos, tiempos de mar y viento, de ata-
layas y de fuegos, de batallas en navíos, de viajes a ultra-
mar. Gente sencilla y laboriosa que mira de frente a la
vida y le susurra a la tierra. Labra y ordeña, arria y vira,
que con la frente húmeda mira y sonríe. Que desde la
panera no pierden la mar de vista, por que de tan cerca
sudan salitre. Miran en mi los ojos de mi abuela, hablan
por mi las historias de mis viejos, y todos ellos viven en
mi; por que yo soy su fruto, secuela del credo, del cantar
sereno, de la historia clara de quienes abrieron sendero.
Mi tío Jaime me enseñó otros mundos, los mundos de
dentro a través de los viajes, aventuras de carbón que
alimentan calderas, que de puto brío queman los mares
y parecen de uno, y viajes ajenos, que de bien contados
parecen propios de quien los escucha. A la sombra de
piedras que saben de humos, que avisan de velas o tre-
mores blancos de pesca certera, cuenta el viejo al niño
la historia secular de una familia sencilla que como
todas, ora, labora y sufre, que vive feliz con lo que tiene,
y tiene lo ganado regado con su frente.
Por Cuco Fernández Fernández
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