CANDÁS MARINERO REVISTA NUMERO 47 CANDÁS MARINERO | Page 21

Le altera el ánimo la presencia de ciertos persona- jillos insolentes en su cinismo, que exhiben buenas maneras y palabras rebuscadas con el fin de conven- cer a los adeptos de que su implicación en mejorar los problemas del pueblo es sincera, pero que ocul- tan su verdadero interés de medrar en el entramado político del poder y conseguir posición económica y social, o simplemente sobresalir a costa de la igno- rancia y hacerse notar. Los barrunta de lejos. En to- das las corporaciones se cuela alguno. Es inevitable. La política lo conlleva y a ella le producen náuseas. Se para un instante en el Paseín, bajo los soportales del antiguo ayuntamiento, justo donde momen- tos después tendrá lugar el Encuentro. Era su sitio habitual para presenciarlo, pero hace unos años ya que se sumó al coro de voces que entonan la Salve y debe continuar un poquito más allá hasta la antigua explanada del palacio donde se llevará a cabo el cán- tico popular. Como en veces anteriores dirige una fugaz mirada hacia el plátano esquinado del Paseín, el más próximo al muelle. Era donde su padre se colocaba a presenciar la retirada del velo y la salve marinera. Apenas hay gente todavía, pero en cuan- to el lugar se abarrota suele imaginarlo allí entre la multitud, arrimado al árbol. Cosas de su cabeza. Sube solemne la Virgen, enlutado su rostro aún. Suena la música sacra por Santolaya, acompañando al Palio que se detiene bajo la bandera. Comienza el Encuentro. Una venia…, dos…, tercera reverencia. No le tiembla el pulso al joven descendiente y re- ciente sucesor de poner fin al duelo, y el velo, con pulcritud meticulosa retirado, ondea sutil en la brisa mañanera. Suena el himno. Según leyendas antiguas, transmitidas de boca en boca durante generaciones, este año será magnáni- mo con las costeras y los pescadores. Lo siente a su lado, cogiéndola de la mano como cuando era niña. Participando con ella un año más de la tradición. Comienzan los acordes. Las voces entonan el primer compás. “Salve, estrella de los mares. Iris de eterna ventura…” Las lágrimas, ahora sí, le brotan enternecidas mien- tras ella continúa cantando. “Salve feliz hermosura, madre del divino amor…” No pestañea al mirar al cielo y su pensamiento lo acapara Él: “Por ti, papa. Por tu tradición que ye la mía”. Texto y fotografias de Jose Carlos Alvarez 21